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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

viernes, 10 de junio de 2011

Secretos de infancia

 Entre la culpa y la vanidad


 Para reconstruir cada día nuestras concepciones de infancia, no hay nada mejor que hurgar en la propia historia e intentar llegar a lo más profundo de nuestros recuerdos. Encontrarnos con aquellos viejos secretos que nunca develamos y hemos sostenido bajo cualquier circunstancia. Desanudarlos para comprender quiénes somos. Porque, ¿quién dijo que los chicos dicen siempre la verdad?
La capacidad de mentir nos diferencia de las otras especies. Y cuando un niño aprende a hacerlo ha descubierto la llave de ingreso al mundo de los adultos.  
A los cinco años comencé el colegio primario en una escuela de monjas. En mi casa no eran muy religiosos que digamos, pero como la escuela estaba a dos cuadras de casa…
En primero inferior tuve una monja tan hermosa que años después, dejó los hábitos. Pero en primero superior tuve a la hermana Esther – que supongo  - habrá sido monja hasta el final de sus días. A diferencia de la dulce y candorosa hermana Crecencia, ella era “el deber, el sacrificio y la compasión”.
Cada semana entregaba un virgencita a alguna de sus alumnas, que estaba dentro de una caja de madera lustradísima con un vidrio desde donde se veía inalcanzable y frágil. Era un objeto muy preciado por todas. Pero había que tener algún motivo muy importante para obtenerla y llevársela el fin de semana, a saber:
portarse bien, realizar una buena acción o tener algún pariente enfermo.
Como las dos primeras opciones fueron intentos fallidos porque no se visibilizaban lo suficiente a los ojos de la hermana Esther y los días pasaban sin penas ni virgen, vino a mi mente aquella mala noche que había pasado en casa de mi tía, una vez que me quedé a dormir en su casa.
En realidad, si bien era cierto que mi tía tenía una enfermedad que le causaba mucho dolor y yo la había escuchado llorar casi toda la noche, tengo en el recuerdo que era más fuerte el deseo de adquirir la virgen, que la compasión por mi tía. Al dolor de aquella noche tuve que agregar otros anexos, ya que la hermana Esther no se convencía tan sólo con el dolor, así que puse mucho empeño en demostrar el drama que se vivía en mi familia y agregué que mi tía tenía la muerte anunciada. ¡Nada más efectivo que ese golpe!
Como en las peores películas del norte de nuestra América, una vez logrado el objetivo,  llegué a casa con una felicidad que no alcanzo a mensurar…. Creo que no he vuelto a sentir esa sensación ni siquiera cuando tuve mi primera bicicleta… Expliqué con algo de vergüenza que era por mi tía Coca que me la habían dado.
Y todos me besaron y dijeron cosas bonitas sobre mí. 
Y me abrazaron. Y me quisieron.Y fui una niña buena como querían mis padres.

Y recién ahora que lo estoy escribiendo descubro la trampa en la que estuve envuelta todos estos años. Porque, pensándolo un poco mejor, es claro que este secreto estuvo tan guardado como cargado de la culpa que me enseñaron en la escuela….
”si pensás una mentira serás castigada”, “la vanidad es un pecado, la misericordia, un valor”….
Recuerdo muy nítidamente aquella noche. Ese quejido constante, regular, atormentador, que me dio tanto miedo en el medio de la noche; en una cama ajena, en una habitación en la que se respiraba el dolor y la vida íntima de los adultos.
Quizás en aquel momento me asustó la vanidad de sentirme útil y visible a los ojos de los demás o la culpa de sentir felicidad. Pero supongo que hasta la madre Teresa debe haber sentido una y mil veces esa sensación de bienestar propio ligado al alivio ajeno.
No sé cuánto de vanidad y cuánto de compasión tuve el día que convencí a la hermana Esther.
Yo quería la virgen, pero también quería que mi tía no sufriera más.
 

jueves, 9 de junio de 2011

Distorsiones


Casarse con las cosas
Subirse a un ideal
Montarse una película
Dejarse llevar
Quedar enganchada
Vivir en una nube
Mantenerse de pie
Llorar a mares
Comerse el mundo
Hacerse la novela
Poner el pecho
Confiar en todo
Morir de amor


Atravesar
Descubrir
Suspirar
Insistir
Buscar
Luchar
Arder
Parir

¡Es romántico!
¡Ingenuo, pero romántico!
Nunca liviano, nunca neutro, nunca gris…

martes, 7 de junio de 2011

INSTANTE

A veces no te entiendo
te me quedás mirando, 
como si nada,
como si tuvieras la verdad de las cosas.
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Y no hablás,
parece que pensaras.
Y entonces yo también pienso,
y me voy yendo hacia atrás,
cada vez más atrás,
allá por donde ni siquiera existen las palabras,
sólo imágenes,
difusas,
de colores impronunciables.
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Y vuelvo, y ya no sé de qué estábamos hablando
y seguimos así, 
como si nada,
como si las cosas tuvieran alguna verdad.

lunes, 6 de junio de 2011

PRESENCIA

Estás
y mañana
seguís estando
Seguís
y mañana estás
y pasado
y después

Estás
nítido
visible
sólido

Esperás
y mañana
seguís esperando
Seguís
y mañana esperás
y pasado
y después

Esperás
sin relojes
ni agujas
ni reparos