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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

miércoles, 29 de junio de 2011

LA PAJARONA

El otro día me encontré una moneda cubana. 
¿Será que voy a viajar a Cuba?, me pregunté. O  ¿qué voy a conocer a un cubano?, ¿o que Fidel se va a morir? No sé si mis señales tienen alcance internacional, pero a lo mejor…
Después, me encontré con una amiga que hace años no veía.  Justo, a la mañana, había pensando en ella. ¿Será una señal?, ¿una predicción?, ¿un anuncio de algo?
Más tarde, un amigo de la adolescencia, del que no sé nada desde hace muchísimos años, me contactó por el facebook y yo justo recordé que tenía guardada una carta de él. ¿Por qué habré guardado la carta durante tanto tiempo?, ¿por qué mi amigo se conectó conmigo?, ¿lo presentiría, de alguna manera?
Pero esto no es nuevo.
Sólo que recién ahora empiezo a darme cuenta de que son señales.
No sé de quién. De algo superior, supongo.
Mi amiga me lo aseguró y me puso al tanto de un mundo que desconocía.
También escuché en un seminario de biodanza que todos conformamos una red invisible que se conecta a través de otros niveles.
No sé bien del tema, así que no voy a arriesgar.
No quiero quedar como una tonta.
¡Ahora que caigo en la cuenta, recuerdo cuando les decía a mis hijos: - si no te abrigás, te vas a enfermar, te vas a enfermar, te vas a enfermar…! ¡y se enfermaban!
¡Yo sabía cuándo finalmente iban a caer en la cama!
O cuando me voy a enfermar yo. ¡También puedo predecirlo!  
Digo – esto me va a caer mal, ¡y me cae mal!
Me pasé años recurriendo al psicoanálisis, para darme cuenta de que aquello que atribuía a las propias elucubraciones del inconsciente, no eran más que señales que nos vienen de ese “algún” lugar.
Por eso el día que encontré esa moneda cubana me alegré como nunca.
Fue como el nacimiento de una Nueva Era.
Y, a medida que la iba levantando iba descubriendo que estaba ingresando al nuevo paradigma de la postmodernidad.
No sé bien cómo voy a comprender el mundo sin culpar a mi padre por todo lo que me pasa, o a la carencia del falo. O a la culpa de no ser lo que él quería.   
Ahora tengo que pensar en señales.
Puras señales que me llevarán por el mundo sin que yo tenga nada que ver.
Es como sacarse la mochila de la culpa y de las obligaciones para empezar a andar liviana, muy liviana, por la vida.
Anoche, mi entusiasmo me llevó a contarle a mi marido las nuevas teorías que me atravesaban. Creí que se iba a poner contento, porque con eso del psicoanálisis lo tengo bastante pasado.
Me dijo: - pajarona… ¡qué pajarona!

lunes, 27 de junio de 2011

Como una Nana

La llamé.
Estaba desesperada por contarle.
Quería desahogarme. Compartir mis novedades.
Y quién mejor que una amiga para eso.
Ni bien me atendió le pregunté cómo estaba; una formalidad sin importancia para empezar a desagotar el rollo.
Me dijo que como siempre.
Que no paraba de trabajar de un lado al otro.
Que vivía cargando cosas y su espalda ya no daba más.
Que la verdad para qué tanto sacrificio y estudio, si después…
Que su ex seguía sin pasarle un centavo y sus hijos gastaban cada día más.
Que-se-i-ba de-via-je-con-una-a-mi-ga-en-las-va-ca-cio-nes-de-ju-lio.
Ante al cambio de rumbo, casi alcanzo a decir que qué suerte.
No  pude.
Su tono era el mismo que el de “la verdad para qué tanto sacrificio” o el de “vivo cargando cosas”.
Quise decirle que dentro de todo era una buena noticia.
Pero ella siguió acompasando el  mismo ritmo, con un acento al inicio de cada compás y una caída hacia el final de cada frase, como si fuera la canción de un autor poco inspirado.
Y sólo pude seguir escuchando…
tata tata tata tá,
tatatatatatatata,
tata tata tata tá,
tatatatatatatata….
Al concentrarme en el ritmo, me di cuenta que si lo analizaba mejor, no se trataba de una mala canción.
Era como una nana, aquellas que les cantaban las criadas a los niños en tiempos de guerra. Temas escabrosos dentro de dulces melodías. Como tan bien lo describía Lorca.
Y en esa nana comencé a dormitar.
Y a soñar con  cargas y pesos, con hijos que gastan y hombres desalmados. Veía a mi amiga viajar con su amiga cargada de cosas, llena de hijos y llorando mientras miraba nuevos paisajes.
Justo en el momento en el que me encontraba en la zona beta de mi sueño y veía cómo ella se asomaba a un precipicio en la cima de una montaña, me sobresalté al escuchar, del otro lado del teléfono, una voz que me preguntaba:
¿Y vos, cómo estás?
Pero ya era tarde.
Muy tarde.