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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

domingo, 8 de enero de 2012

Algunas verdades de Perogrullo


Si afirmo que:

·             Las mujeres hablamos con los ojos. Lo que sale de nuestro labios puede o no, confirmarlo.  No te arriesgues a dar crédito sólo a las palabras.

·             Las mujeres esperamos que los hombres digan aquello que jamás van a decir. Porque cuando – finalmente lo dicen – deja de ser aquello que queríamos escuchar.

·          A las mujeres nos enamoran de los hombres, aquellos detalles que luego intentaremos corregir. .

·      Las mujeres queremos que nos sorprendan con aquello que jamás les haremos saber que nos gusta.

·        Cuando las mujeres  damos señales eróticas no necesariamente estamos pensando en el sexo. Sólo queremos chequear qué tan distraídos están los hombres.

·         Cuando el hombre, finalmente, ha logrado comprender  el motivo de nuestro llanto debería hacérnoslo saber, ya que – para nosotras – sigue siendo una incógnita. 

·         Cada carcajada de un hombre con sus amigos, es vivido por las mujeres como una pequeña traición.

·         Cuando un hombre cuenta en público algo que aún no le ha dicho a la mujer, más tarde  deberá hacerse responsable de ocultación de la información.

...¿no estoy diciendo más que una verdad de Perogrullo?, ¿o estoy metiéndome en una temible discusión de género?

domingo, 18 de diciembre de 2011

CADA JUEVES, DETRÁS DE LA NARIZ


Llegan las vacaciones. Cada jueves, a las diez.
Veinte minutos de línea D y ocho cuadras caminando.
Me recibe la morocha status cinco, con su misma cara.
Espero pacientemente hasta que se le ocurra hacer algo conmigo, como abrirme la puerta o atenderme, aunque no se le escape una sonrisa.

Cada jueves.

Me cambio y una invasión de rulos me invita a conocer mi cuerpo y el de los demás.
Una  música de fondo, hecha toda de suspiros comienza a crecer poco a poco hasta ser gritos que, en instantes, nos llevan a la risa.

Con el motor encendido, el pandero conduce un viaje a dos voces.

Y soy Zero. Hablo francés, italiano, chino y cordobés.
Soy espía rusa y logro asaltar un banco con todo éxito junto a mi grupo de secuaces.
Bailo flamenco acuático, tango rapeado y mezcla de rock con danza árabe.
Recito  poesía, canto ópera y dirijo una orquesta de animales.
Sirvo el café en una reunión de consorcio.
Trabajo en publicidad haciendo singles.
Gano castings de modelo y  de actriz.
Desarrollo discursos políticos de alta gama.

Me codeo con seres inéditos, insólitos, inesperados, intrépidos e inestables.

Una Yeta golpeadora de Coquitos, aunque justiciera y solidaria.
Una Gran Pulpa desorbitada, con esos ojos celestes que te penetran hasta el ombligo. Y que me asusta. Mucho. Siempre. Jamás le diría Pulpita.
Una Kerusa Asecas que me recuerda que el rock nunca morirá. Veo la moto entre sus piernas.
Una Bachata Batata, con la boca llena de chistes. Uno tras otro. Imparable, caótica, presente, aún cuando no está.
No podría faltar jamás una Carpeta, por si te dan ganas de decir piropos. Nadie como ella para recibirlos y retorcerse con risitas entre ingenuas e insaciables para que no dejes de hacerlo. Cada jueves.
Una Ortuza, encanto de acento español que aún no sé bien si es ángel o demonio. Sospecho que el novio se ha escondido para no ser encontrado, jamás.
La presencia de Calórica es un terremoto de energía que nos deja a todos pidiendo siempre más. Por favor. Es adictiva.
Una panza enorme que nos trae a Roberta Chekas, cada jueves, para delirarnos con su arte. Palabras mayores.
¿Y mi memoria?, ¿Qué pasó con mi memoría? Chechu y Victoria, ¿hicieron el cohete?
Chechu, chinchuda, chiquita, chistosa, chispa. Me pone chocha verla. Cada vez. .
Victoria trenzas largas. Me inclino hacia su autoridad que podría esclavizarme hasta el hartazgo. En forma ininterrumpida.
Otra vez la memoria. Cristina sí hizo el cohete. Pero su nombre no fue dicho muchas veces. Mezcla extraña de pechito valiente y barra brava, que se atreve a todo con sus dotes de actriz.
Ermina se toca. Cada jueves, un poco más. Sin palabras. No imagino dónde terminará tanto desparpajo.
Unos hombres apetitosos y galanes.  Curly, devenido en Curry  por la gracia de sus propias inclinaciones. Espero no caer nunca entre sus redes.
Y el urock Mackenzie, sexy, desorbitado, gigante y niño. Ciento por ciento, visibilidad.
Todo un Curso que enoja a Lara Border, rompiendo la fauna de su selva. (Espero no olvidarme de comprar un animalito para poner en sus zapatos el día de reyes)
  
Sospecho que el encuentro con estos seres es producto de ese pandero que no deja de sonar. Cada  jueves. Con esas “dos provocadoras” (Maby-Poli; Poli-Maby) que siempre nos están arengando en vacaciones.
Insaciables.
No paran de pedir, de exigir, de retar, de provocar.
Yo me pregunto, hasta cuándo tanta irreverencia. (hasta siempre, por favor).

Llega la una de la tarde. Vuelvo a ser Silvia y salgo acalorada hacia el  Ministerio, en donde me espera la Ley de Educación.  Me voy preguntando bajito, cada jueves, ¿qué fue lo que hice?, ¿cómo me atreví? Juro no volver a hacer nunca más otro papelón semejante.
Pero….si la Ley de Educación dice que “el juego es un contenido de alto valor cultural y a través de él, se aprende”, ¿por qué yo, no?
Y mientras subo las escaleras de Pizzurno, van quedando resabios de payasos en mi alma. Y entro a la oficina irradiando alegría, pasión, confianza, energía.
Ganas de vivir. Sobre todo, muchas ganas de vivir.
Y sólo espero a que sea jueves.
Quiero vivir en jueves.
Quiero ser jueves.
Una y otra vez. Así, hasta la eternidad.

Gracias a todos. Los amo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

PINTANDO ESPERO LA MADUREZ


Siempre pensé que en los tiempos de mi madurez las preguntas universales que tienen que ver con la existencia, la consistencia y  la esencia de cada quien, me llevarían a respuestas que me dejarían satisfecha. El aplomo y  la seguridad conformaban un binomio que me dejaba en una actitud de espera postergando en mí la angustia de la existencia. Ocupada en la crianza de hijos, en la plenitud de la vida en familia, en el crecimiento de una profesión que había abrazado con pasión, me imaginaba madura y asentada habiendo encontrado, al fin, el cofre de la sabiduría.  
Nada de eso ocurrió. Del cofre nunca encontré la llave y cada vez que me siento cómoda en algún tiempo y lugar me sigue invadiendo el fantasma del ocio, al cual sólo acepto si viene de la mano de lo creativo, ya que he sido criada en tiempos en que el ocio a secas era como un tumor maligno del que no se sale fácilmente.
Y dado que ni la religión, ni el psicoanálisis han logrado ayudarme a encontrar las respuestas que había postergado para este tiempo de mi vida, aposté todas mis cartas a las herramientas que me brinda el arte como modo de expresión, pero también como vehículo de búsqueda hacia el incomprensible mundo interior.
Así aparecieron las mujeres primero y las mujeres desacatadas después. Mujeres que me ayudan a mirarme y que son fragmentos de mí que aprecio y odio, que acepto y niego; que me divierten o me aburren hasta el cansancio; que me hacen sentir orgullosa o me colorean las  mejillas por  vergüenza al eterno papelón de vivir; que subestiman los grandes temas de la vida o exageran las pequeñeces a las que nadie daría real importancia. Cada vez que aparece una nueva mujer en mi vida,  siempre está dispuesta a decirme algo que no me hubiera animado a decir sin su presencia.
Pintándolas aprendí a quererlas, a pesar de lo insufrible de la gran mayoría que llegó para recordarme que siempre será una parte importante de mí misma. Quizás ellas tengan en su mano la llave que me ayude a descubrir ese tan preciado cofre de la madurez. O quizás sean quienes ocupadas en sus disquisiciones, han perdido la llave para siempre.
Y dado que no soy tan madura como para aseverar que todas las mujeres vamos en busca de esa llave, no me atrevería ni por un instante a hacer de esta experiencia personal, uno de los grandes temas universales que atañen a la mujer. Pero sí sé que ellas necesitan salir, comunicarse, decir, llorar, reír, divertirse y soñar conmigo en esta etapa de mi vida.  

sábado, 29 de octubre de 2011

Sentir el temblor de la infancia


Hace unos días, mientras miraba cómo el señor de la librería anillaba mi tesis y me vendía los resaltadores y papelitos con los que prepararía mi defensa, me preguntaba por qué no me habría dedicado a anillar tesis, más que a escribirlas. Lo veía mirando para arriba mientras giraba sus dedos con firmeza, con una paz que me resultaba envidiable.
¿Por qué me había metido en semejante problema? Se acercaba un momento que no había soñado. Y me preguntaba:  - si ya está aprobada, ¿para qué todo esto de viajar a Rosario y presentarme ante un jurado y un público que me van a taladrar con sus miradas? En esos días, de a poco, mi cuerpo fue tomando las características de una alumna; mis arrugas se convirtieron en cordones nerviosos por los que la sangre corría rápidamente. Mi estómago hablaba sin pedir permiso y mis piernas habían vuelto a sentirse niñas, por el temblor de aquellos tiempos en los que era  atrapada por el aparato escolar.
Finalmente, llegó el momento.
 Como siempre, elegí que mi familia no me acompañara. 
Y como siempre, cuando terminé, me arrepentí.  
Mis amigas y compañeras de esta etapa me acompañaron, me mimaron. Alegría y mucha nostalgia por una etapa que culmina. 
Cierre con aplausos y algunas lágrimas compartidas. Festejos y la pregunta final de: si seguir con el placer de escribir y pintar que me ha planteado este último tiempo o iniciar un doctorado.
Por el momento, dejo la computadora para buscar lápices y colores. 
Hoy pienso jugar todo el día. 
Mañana….mañana no sé qué haré…

sábado, 8 de octubre de 2011

Cumplir con el blog


Cumplir años
Cumplir deseos
Cumplir con las expectativas
Cumplir con las obligaciones
Cumplir con las normas
Cumplir con la ley
Cumplir con las medidas recomendadas
Cumplir con la fecha de vencimiento
Cumplir con los requerimientos
Cumplir con los plazos
Cumplir con las promesas
Cumplir con las formas
Cumplir con lo planificado
Cumplir con los horarios
Cumplir con mi palabra
Cumplir con los tratamientos
Cumplir con creces
Cumplir con los cumpleaños
Ahora me doy cuenta por qué no me gusta el sonido de esa palabra…
...con esas dos vocales cerradas que te asfixian….

martes, 13 de septiembre de 2011

Otras circularidades...

 
A veces me despliego como una mariposa y me hago transparente.
Y me gusta decir lo que siento en cualquier momento, en cualquier lugar.
Adecuada o inadecuadamente.
Soltarlo. Dejarlo ir. Como dice la canción.  
Y eso me alivia.
Vomitar los sentimientos.
Depurar el espíritu.
Desangrar el alma.

Pero después me viene un vacío.
Como si no me hubiera quedado con nada.
Y me repliego y me pongo una capa gruesa que me separa de todos.
Y sólo deseo pasar desapercibida.
Como si quisiera que el mundo continúe sin mí.
Y eso me asusta.
Cargar con las culpas de haber disfrutado.
Guardar los sentimientos en lugares oscuros.
Llenar de rumores los silencios.


Y me desdpliego de nuevo como una mariposa.
Yme hago transparente.
Para luego replegarme.

Y volver a estallar.
Por donde quieras mirarla, la vida es circular

sábado, 3 de septiembre de 2011

Chispas que estallan en la boca


Se va esfumando la sensación de asombro ante la ausencia.
 Se va yendo de a poco la impresión de los lugares habitados por quien se fue y el dolor de los objetos que quedaron.
Y cuando creés que empezás a olvidar porque esa es la ley de la vida – mágicamente -  alguien te aviva la herida con sus lágrimas. Alguien que no pudo llorarlas porque se estaba ocupando de vos y quería acompañarte.
Y te aparecen chispas, como las de los caramelos que te estallan en la lengua y te hacen un ruidito y tienen un sabor dulce. Borbotones de chispas que se instalan para quedarse.

La ausencia no es la nada. La ausencia está repleta de chispas. 

Y ese  hombre que ya no podía casi hablar, ni casi comer, ni casi tomar y que se fue cuando debía, ahora se transforma en aquel que fue padre de una niña a la que su hija se encargó de despertar.
Y mientras, ahora vos la acompañas en su pérdida, las chispas estallan en tu lengua para recordar:
Cuando te llevaba a la escuela en bicicleta y te iba cantando "parará papá, parará tachín"
Cuando se iban solos a la playa y te enseñaba a nadar, aunque él no sabía.
Cuando iban a lo de la tía Cora a ver a la mona Titina y él la dejaba que se le suba a los hombros y vos no te animabas a tocarla y él se reía;
Cuando te dejaba que le hagas peinados raros mientras miraba la tele;
Cuando, en su viudez, te llamaba siempre para hacerte la misma pregunta: ¿cómo se hace el arroz?
Cuando te dejaba tomar Gancia en las picaditas del domingo junto con el tío Pelo, que también se fue casi juntito con él.
Cuando las paseaba en el fitito y siempre protestaba porque tu madre quería comer pochoclos y manzanas con azúcar quemada.
Cuando te enseñaba a jugar a las cartas y a mezclarlas como en el Casino;
Cuando te contaba cuentos mientras que vos jugabas con los pelos del pecho y le contabas “las frutillitas” que tenía en la piel;
Cuando te dejaba tocarle la oreja y se reía cuando vos te enojabas porque se le calentaba y a vos te gustaba que esté fría;
Cuando te pasaba a upa, de  su cama a la tuya, ni bien llegaba del Casino a la madrugada.
Cuando te trajo a Perlita (tu perra) y le enseñó a “hacerse la muerta” y a pararse en dos patitas.  
Cuando te llevaba caminando con tus pies sobre sus pies.
Cuando bailaban el tango en los carnavales.
Cuando bailaba el tango con tu madre.
Cuando cargaba a tus hijos y los mimaba y los cuidaba y les contaba cuentos más que a vos…

La ausencia no es la nada. La ausencia está repleta de chispas.

Gracias hija por regalarme ese caramelo que estalló en mi boca y cometió la cursilería de endulzar mis lágrimas.