Armó su valija para viajar, como todas las semanas. No puso casi ropa, ya que tiene un poco en cada casa, organizada después de varios años de vivir en dos ciudades. Se limitó a poner una considerable cantidad de libros que llevaría para trabajar el fin de semana, su portfolio con pinturas (que casi siempre la acompaña), sus lápices acuarelables, sus fibras pincel, sus pasteles, sus acrílicos, sus lápices permanentes y algunos otros accesorios artísticos.
Durmió bien, aunque al despertarse sintió que el viaje había sido corto. Aún tenía sueño. Bajó del micro y pidió con decisión su valija plateada al muchacho que tenía tanto frío y sueño como ella.
Llovía en Mar del Plata.
Llegó a su casa a las seis de la mañana y después de tomarse unos mates se fue a tramitar su DNI. Venía de algunas semanas en las que parecía que las coordenadas de la armonía se le estaban enredando en algún lugar que no alcanzaba a divisar. Mientras que hacía la cola esperando a que abra el Registro Civil se dispuso a hacer un listado mental de todos los acontecimientos que, en cuestión de semanas, le habían ido ocurriendo, para detectar si alguno de ellos había sido provocado por su impericia o sólo se limitaban a ser acontecimientos externos y casuales.
Se había muerto su padre,
le habían entrado a robar a su casa,
le habían robado el celular en el subte,
les habían roto los vidrios del auto para robar el estereo,
le habían hackeado su cuenta de correo electrónico,
se le había roto su computadora….
Cuando cerró la lista pensó que ya era hora de mirar hacia adelante y poner la mejor predisposición para disfrutar de este fin de semana largo que bien merecido lo tenía. .
Ya en su casa, se decidió a trabajar, por lo que fue directo a desarmar su valija. Ni bien la vio, se preocupó al observar que estaba trabada con el seguro (cosa que ella jamás hace por temor a olvidarse de la clave). Y mientras pensaba quién podría haber sido el que lo hiciera (¿el taxista?, ¿el valijero?), le corría un poco de sudor frío en la frente imaginando que quizás tendría que romper la valija que tanto le había costado, como le había ocurrido a una amiga hace tiempo. Aunque al notar que los números estaban en cero, respiró y con un simple clic logró solucionar y se dijo a sí misma: - tranquila, todo está en su lugar.
Cuando por fin logró abrir la valija plateada, no comprendió lo que estaba sucediendo. Entró como en una ensoñación que le hacía dificultoso el razonamiento.
Se encontró con que estaba llena de ropa para lavar y que tenía un sobre negro de nylon (parecido al que usa su marido para los remedios).
Revolvió la valija y no encontró más que ropa y más ropa. Sucia.
¿Quién habría sido el que puso esa ropa….? ¡.claro! ¡Ahora caía!: se había llevado la valija equivocada. Y ahora que la observaba con un poco más de atención no comprendía cómo no se había dado cuenta de que, además, era mucho más chica que la suya.
Pensó en sus pinturas, sus libros, sus lápices, su fin de semana tirado a la basura. Y comenzó a buscar los números de teléfono de la terminal de Mar del Plata. Luego de algunos intentos fallidos, una voz que, seguramente, esperaba la llamada, le dijo que su valija estaba en Miramar y que, por favor, llevara esa valija a la terminal para hacer el intercambio que sucedería a las cuatro de la tarde.
Sin embargo, ella no pensó en que se sumaba un acontecimiento más a los tantos otros que la habían sucedido. Éste sí era su responsabilidad, quizás producto de la tensión de las últimas semanas. No importaba ahora.
Lo único que no podía dejar de pensar era en su suerte, a pesar de todas las cosas. Porque si esa valija hubiera sido la suya tendría que haber dedicado su tiempo al aseo de la ropa. Y no es que ella no tuviera una vida terrenal en la que no suceden esas cosas. Sólo que ese episodio la ayudó a dimensionar en qué se había transformado su universo estos últimos años. Un universo de pasteles, acrílicos, libros y accesorios que la ayudaban a procesar cada pequeño acontecimiento de su vida. .
Y pensó en uno de sus personajes favoritos, La Pajarona, que ocupaba cada día más espacio entre todas las mujeres que la habitan.
Y se sintió feliz.