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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

miércoles, 24 de agosto de 2011

MUJERES DESAFORTUNADAS



Mujeres desapercibidas, desgraciadas, descuidadas, desavenidas.
Mujeres desafortunadas, despreciadas, desalineadas, destruidas.
Heroínas cotidianas a las que alguien, alguna vez, les robó un sueño.  
Niñas eternas esperando una mirada que las apruebe,
hembras que necesitan, se les otorgue la palabra,
pobres muchachas, siempre apretando el grito en su garganta.

Mujeres desalentadas, demacradas, deformadas, despatarradas.
Mujeres deterioradas, desposeídas, desprovistas, deslucidas.
Víctimas de aquellos que no reconocen su lenguaje,
huérfanas de protección y resguardo,
Madres de una humanidad que  las ignora.
Memoria de una especie  sin  derechos.

Todavía existen. Todavía esperan.
                                                 todavía están a tiempo de volver a empezar (¿?)
.

martes, 23 de agosto de 2011

Entre la ropa sucia y el Arte




Armó su valija para viajar, como todas las semanas. No puso casi ropa, ya que tiene un poco en cada casa, organizada después de varios años de vivir en dos ciudades. Se limitó a poner una considerable cantidad de libros que llevaría para trabajar el fin de semana, su portfolio con pinturas (que casi siempre la acompaña), sus lápices acuarelables, sus fibras pincel, sus pasteles, sus acrílicos, sus lápices permanentes y algunos otros accesorios artísticos.
Durmió bien, aunque al despertarse sintió que el viaje había sido corto. Aún tenía sueño. Bajó del micro y pidió con decisión su valija plateada al muchacho que tenía tanto frío y sueño como ella.
Llovía  en Mar del Plata.
Llegó a su casa a las seis de la mañana y después de tomarse unos mates se fue a tramitar su DNI. Venía de algunas semanas en las que parecía que las coordenadas de la armonía se le estaban enredando en algún lugar que no alcanzaba a divisar. Mientras que hacía la cola esperando a que abra el Registro  Civil se dispuso a hacer un listado mental de todos los acontecimientos que, en cuestión de semanas, le habían ido ocurriendo, para detectar si alguno de ellos había sido provocado por su impericia o sólo se limitaban a ser acontecimientos externos y casuales.
Se  había muerto su padre,
le habían entrado a robar a su casa,
le habían robado el celular en el subte,
les habían roto los vidrios del auto para robar el estereo,
le habían hackeado su cuenta de correo electrónico,
se le había roto su computadora….
 Cuando cerró la lista pensó que ya era hora de mirar hacia adelante y poner la mejor predisposición para disfrutar de  este fin de semana largo que bien merecido lo tenía.  .
Ya en su casa, se decidió a trabajar, por lo que fue directo a desarmar su valija. Ni bien la vio, se preocupó al observar  que estaba trabada con el seguro (cosa que ella jamás hace por temor a olvidarse de la clave). Y mientras pensaba quién podría haber sido el que lo hiciera (¿el taxista?, ¿el valijero?), le corría un poco de sudor frío en la frente imaginando que quizás tendría que romper la valija que tanto le había costado, como le había ocurrido a una amiga hace tiempo. Aunque al notar  que los números estaban en cero, respiró  y con un simple clic logró solucionar y se dijo a sí misma: - tranquila, todo está en su lugar.
Cuando por fin logró abrir la valija plateada, no comprendió lo que estaba sucediendo. Entró como en una ensoñación que le hacía dificultoso el razonamiento.
Se  encontró con que estaba llena de ropa para lavar y que tenía un sobre negro de nylon (parecido al  que usa su marido para los remedios).
Revolvió la valija y no encontró más que ropa y más ropa. Sucia.
¿Quién habría sido el que puso esa ropa….? ¡.claro! ¡Ahora caía!: se había llevado la valija equivocada. Y ahora que la observaba con un poco más de atención no comprendía cómo no se había dado cuenta de que, además, era mucho más chica que la suya.
Pensó en sus pinturas, sus libros, sus lápices, su fin de semana tirado a la basura. Y comenzó a buscar los números de teléfono de la terminal de Mar del Plata. Luego de algunos intentos fallidos, una voz que, seguramente, esperaba la llamada, le dijo que su valija estaba en Miramar y que, por favor, llevara esa valija a la terminal para hacer el intercambio que sucedería a las cuatro de la tarde.
Sin embargo, ella no pensó en que se sumaba un acontecimiento más a los tantos otros que la habían sucedido. Éste sí era su responsabilidad, quizás producto de la tensión de las últimas semanas. No importaba ahora.
Lo único que no podía dejar de pensar era en su suerte, a pesar de todas las cosas. Porque si esa valija hubiera sido la suya tendría que haber dedicado su tiempo al aseo de la ropa. Y no es que ella no tuviera una vida terrenal en la que no suceden esas cosas. Sólo que ese episodio la ayudó a dimensionar  en qué se había transformado su universo estos últimos años. Un universo de pasteles, acrílicos, libros y accesorios que la ayudaban a procesar cada pequeño acontecimiento de su vida. .
Y pensó en uno de sus personajes favoritos, La Pajarona, que ocupaba cada día más espacio entre todas las mujeres que la habitan.
Y se sintió feliz. 

lunes, 22 de agosto de 2011

LA GESTA DE LLEGAR CON LOS SOQUETES BLANCOS



Tenía que dar una conferencia en la provincia de La Rioja  y varios talleres acerca de la educación los niños más pequeños. Fue tan bien recibida que, además de haber sido declarada ciudadana ilustre, el intendente le dijo al Secretario de Turismo que – antes de dejar la provincia  - la llevarán a conocer las bellezas naturales del lugar. La pasarían a buscar a la madrugada para ir a Talampaya, gran espectáculo de la naturaleza, si los hay en esta tierra.
Nunca hace frío en Talampaya. O casi nunca, al menos así se lo habían expresado. Y como la semana anterior le habían dicho que en La Rioja había una elevada temperatura, llevó ropa adecuada para la ocasión. Sólo que los temblores que acontecieron unos días antes hicieron que la temperatura que había al llegar disminuyera raudamente. Por lo que – de cuarenta y cinco grados se llegó a ocho, de un día para el otro.
Cuando la fueron a buscar para la tan ansiada excursión subió a la camioneta dormida, aunque entusiasmada. Y en la primera parada, cuando se bajó para sacarse una foto con los baqueanos del lugar, todos  se asombraron al ver que llevaba unas sandalias de taco chino y unos soquetes blancos y recién estrenados que no parecían adecuados para el barro rojo de La Rioja que – cuando llueve – se hace como una arcilla ideal para modelar esculturas o cositas por el estilo.  Si bien no fue un reto el que le dio la Directora de Educación del Municipio que gentilmente la acompañaba, su grito sonó como tal haciendo que La Pajarona intentara justificarse, diciendo: - ¡es que no imaginaba que iba a hacer tanto frío y me traje unos soquetes por si acaso! Consideró que no hacía falta explicar lo de las sandalias de taco, ya que este viaje no había sido programado para la aventura. Solo era un viaje de trabajo, como tantos otros.
Finalmente, en uno de los días más fríos que se hayan registrado en  Talampaya y ante esa llovizna insistente recorrieron el lugar, todos caminando, ella patinando, aunque intentando disimular sus deslizamientos como mejor podía.  
Todo podría haber transcurrido en ese silencio que sólo rompían algunas risas disimuladas, dado que La Pajarona no dejaba de ser la especialista que había ido a dictar una conferencia a la provincia. Hasta que en una de las paradas, se cruzaron con unos hombres extranjeros que salían de su camioneta y se disponían a recorrer el lugar, luego de tomarse un vasito de tequila.
Una vez que ellos divisaron a La Pajarona, se le acercaron y haciendo uso de su media lengua española le dijeron algo así como: -¿no nos dejaría sacarnos una foto con usted, con ese calzado tan  inadecuado que trajo para la excursión? Y La Pajarona, lejos de achicarse, aceptó primero un vasito de tequila y luego, posar para una foto con los extranjeros que, seguramente estará formando parte de algún álbum de curiosidades, allá por el continente europeo.   
Pero lo más interesante de esta historia no fue el calzado inadecuado. Fue la gesta de La Pajarona, que se había propuesto salir de ese episodio con todos los honores. Y  para lograrlo, su gran trofeo sería llegar a la camioneta con los soquetes blancos. Por lo que la ridiculez se desplazó del eje del calzado inadecuado  a los intentos de mantener el par de soquetes vírgenes de toda mancha.
¡Y lo logró! Claro que lo logró. Ayudada por el Secretario de Turismo y la Directora de Educación, La Pajarona – tomada del hombro de cada uno de ellos – como en una pista de hielo, pasito a paso y con la frente bien alta logró llegar indemne a la camioneta.
¿Se puede transformar la ridiculez en una gesta?
Otra pregunta inadecuada.