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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

sábado, 26 de febrero de 2011

LA EDUCACIÓN SEXUAL Y EL PAPAGAYO

Una docente me contó que el año pasado su compañera de sala estaba sumamente preocupada por la nueva ley de educación sexual. Ella no sabía cómo iba a trabajar esos temas con los chicos, ya que era sumamente prejuiciosa, además de tenerles miedo a los padres. Una tarde, en unos de esos momentos de conversación con los chicos, uno le preguntó: ¿qué es un papagayo?; su compañera dijo algo así como: bueno, ¿vieron que los abuelitos cuando están muy viejitos, a veces, tienen que usar pañales como los bebés?, aunque las abuelas usan una pelela, que es como un círculo pero que se llama chata…. los varones usan como una botella de plástico; en realidad lo usan los que no pueden ir al baño solos, porque no pueden caminar. Entonces los abuelos ponen el pitito en el papagayo y hacen pipí. Después eso se tira en el inodoro y se limpia bien…
El nene que había preguntado, no paraba de mirarla y escuchaba confundido su explicación. Finalmente le dijo: ahh!! Porque el papagayo de mi abuelo tiene forma de loro!!
Parece un chiste, no???

¿Ama y esclavo o amo y esclava?

El otro día estaba tomando un café en la esquina de mi depto., y veo pasar a una señora con un perro que llevaba un sweater entre los dientes. Hasta el momento mi experiencia era la de haber visto – sobre todo en las películas – a los perros llevando el periódico de sus amos. Pero no lo pensé mucho más.
Hoy a la mañana, veo nuevamente al perro llevar otro sweater, esta vez rojo y no pude aguantar las ganas de preguntarle a la señora.Ella me dijo que el perro tiene que llevar siempre “algo de ella”; y que todas las mañanas él elige qué llevar; pueden ser llaves, la billetera, o cualquier prenda que se le antoje. A veces elige llevar el sweater que ella se iba a poner y entonces, tiene que cambiarse de ropa.
Me preguntó hasta dónde el perro tomará decisiones en esa casa.

MI LUGAR EN EL MUNDO

Nueva, en el barrio de Palermo, mi intención es hacer lo que nunca hice: conocer a los vecinos. Tampoco la exageración de ir a presentarme y aparecerme con una torta como en las películas que uno veía de chica, esas del gran sueño americano. Pero, no sé por qué, es algo que va saliendo solo y tiene un sabor como el del segundo o tercer mate en un día, al reparo de la lluvia. .
El otro día – como estaba en plena mudanza y aún no tenía luz ni gas – necesitaba tomarme unos mates desesperadamente a la mañana. Salí por el barrio y como no me animé a entrar al bar en el que el día anterior había desayunado, decidí ir a una estación de servicio; pero cuando iba en camino, pasé por un lugar que era como un bar, pero no lo era; como una librería, pero no lo era; me asomé a ver de qué se trataba, llamada por los libros que se divisaban en unos estantes y un señor bastante mayor me preguntó si necesitaba algo. Le dije que no, que como era nueva en el barrio estaba mirando y, que como me gustaban los libros….Él me invitó a pasar y me dijo que ese era un centro cultural….(cierto!, lo había visto el año pasado y me había llamado la atención) que se llamaba “Amigos de Eladia Vlázquez”. Le pregunté que qué actividades hacían y me dijo que en esa mesa estaba el profesor de teatro, que me iba a poder informar mejor…qué bueno, le dije, yo tenía pensado hacer algún taller. Me lo presentó – era un hombre más o menos de mi edad – y me dijo..bueno….tanto como profesor de teatro!!...¿tiene un ratito para que le cuente? ; le dije que sí, que en realidad estaba buscando llenar el termo con agua caliente; entonces pegó un grito a Don Pablo (el primero que me había atendido) y le dijo que me buscara agua. Cuando estábamos comenzando a hablar, entra un hombre también mayor, vestido como de enfermero, con unos pantalones blancos y una bata celeste impecable; se sienta en una de las mesas y le grita a Don Pablo: “un café con leche y dos medias lunas”. El profesor de teatro me dice que es un juego, que ahí no se sirve el desayuno, que es un chiste que el enfermero hace todos los días, que quizás en algún momento…. y me invita a recorrer el lugar.
Me cuenta en dónde va a estar el buffet, la sala de radio (que es un proyecto que ellos tienen hace tiempo), la sala de teatro, un patio muy grande en donde imaginan que se hará una parrilla para que la gente del club…¡claro!...porque no era un centro cultural; ahora recuerdo que era un Club de amigos de…. bueno, para que la gente del club disfrute de unos ricos asados.
Nos sentamos en una de las salas y el profesor de teatro me cuenta algo de su historia: resulta que yo soy profesor de lengua y literatura, pero usted vio que hace pocos años el teatro es una carrera que se estudia; en realidad, no hace falta tanto título para dar clases. Yo hace muchos años trabajaba en Puerto Madryn vendiendo distinto tipo de maquinarias; compraba, vendía, hacía cuentas, y esa era mi vida. Hasta que una vez – mientras leíamos el diario con un amigo – él mi dijo que yo no sabía leer. ¿Cómo que no sé leer? , y ahí me di cuenta de lo que me había querido decir, ¡mi amigo tenía razón!, yo leía pero en realidad, no interpretaba; y así fue como comencé a estudiar el profesorado. Más adelante, acompañé a mi esposa – que era docente - a una escuela rural en donde ella daba clases y ni bien llegamos, a ella la recibió con mucha efusividad una nena down; se le colgó del cuello diciéndole: “Estelita, Estelita” y yo pensé que era eso lo que yo quería; que comprar y vender lo podía hacer cualquiera, pero eso no.
Yo le pregunté cómo se sustentaba el club y él me dijo que ese lugar había sido una antigua farmacia (y me mostró una caja fuerte que aún no han podido abrir y tienen la intriga de saber qué hay adentro) y que la idea de ellos era ir haciendo socios. Entonces imaginaba que si alguien entraba para tomar algo, le iban a decir: ¡no..este lugar es para socios!, y entonces, la gente se iba a asociar, porque sólo iban a ser diez pesos por mes. Quién iba a decir que no!!!
Y bueno, al rato llegó el agua caliente de la mano de una señora muy seria que me miró con desconfianza y volvimos al salón en donde estaban Don Pablo y el enfermero. Y este último le dice al profesor: ahhhh!!!, cuando vienen de cincuenta para arriba me las pasás a mí, pero cuando son más jóvenes las atendés vos!!. A lo que yo le contesté que era mayor de cincuenta y que incluso tenía más edad que el profesor. Luego nos presentamos. Le conté al enfermero que yo capacitaba docentes pero que lo que más me gustaba era contar y escuchar historias; entonces me dijo que él era catamarqueño, poeta y profesor de Educación Física; y que tenía una historia muy interesante para contar. Yo le dije que si quería, iba un día con un grabador y la escuchaba; y que después la podíamos escribir.
No sé cómo les conté que mi papá tenía 91 años y era de Mar del Plata, entonces a Don Pablo se le iluminaron los ojos y me dijo que su tío Vicente había sido el peluquero del Casino durante cincuenta años y yo le dije – más entusiasmada aún – que mi papá había trabajado toda su vida en el Casino. Mientras tanto el profesor se fue hacia un estante y me trajo una obra de teatro escrita por él. Y el enfermero dijo…¡pero si podríamos hacer la obra Los aeroplanos de Gorostiza!!!! El profesor se entusiasmó y fue a buscar alguna copia, pero el enfermero le dijo que se quedara tranquilo, que él tenía una y que me la iba a dar cuando yo fuera con el grabador.
Entré por curiosidad y salí con el agua caliente, una obra de teatro en la mano y la promesa de hacer Los aeroplanos!
Cuando volví a Mar del Plata, le pregunté a mi papá si se acordaba del peluquero del Casino, y me dijo….ahhhh!! siiiii!, ¡cómo se llamaba…? ¡Vicente!!! un hombre muy charlatán, al que todo el mundo quería mucho…y mi marido me dijo: me parece que está encontrando tu lugar en el mundo.

jueves, 24 de febrero de 2011

LA CREDULIDAD

La credulidad es un rasgo que aprendí de mi madre. No porque ella haya querido enseñármelo intencionalmente. A mi mamá le decían Picha, que quiere decir “niña” en asturiano. Ella – al igual que mi padre – son nacidos en la ciudad de Mar del Plata. Un día, mi tío Pibe le dijo que en la verdulería de la calle Luro vendían “manzanas saladas”. Y mi mamá, rápidamente, se sacó el delantal de la cocina; dejó a mi tío cuidando de nosotras y allí fue. Volvió con las manos vacías.

Con los productos que vendían por la tele pasaba lo mismo; anunciaban un producto con todas sus bondades y ella no tenía filtros, simplemente creía que si los compraba, iban a funcionar tal como lo había visto.

Un día compró una parrilla que decían “especial para departamentos” y como era fanática del choripan, se puso a asar chorizos en la cocina. Fue tal el humo que comenzó a salir por la ventana del lavadero, que uno de los vecinos casi llama a los bomberos.

El día que salió el televisor a color, quería ser la primera en tener un televisor, así que nos hizo ir a mi novio y a mí en una bicicleta a buscarlo…lo tuvimos que cargar sobre el asiento y trasladarlo unas cuantas cuadras porque no quería esperar a que se lo trajera el flete. Pero finalmente pudimos ver a Pinky anunciar la televisión a color sentados alrededor de la mesa del comedor y tomando mate.

Lo que no heredé de ella fueron la desvergüenza y el desparpajo. Ella no tenía reparos en mostrarse ante la gente como le venía en gana. Cada vez que jugaban el clásico Boca - River, ella salía al pasillo del departamento y le golpeaba la pared de salpicré a mi tío – que vivía del otro lado – para anunciarle que, otra vez, “los gallinas” había sido derrotados. Luego se iba al almacén de los hermanos Pampín con un pañuelo con nudos en la cabeza y su provocación llegaba a la máxima expresión, al entrar en ella y comprar las cosas de cada mañana sin hacer ningún comentario; se regodeaba viendo cómo, mientras que uno cobraba a los clientes (siempre en el mismo lugar), el otro hacía el repulgue con el papel que tanto los caracterizaba envolviendo todo lo que andaba suelto por esa almacén, pero esta vez, presionando como si quisiera estrangularlo.
También podía disfrazarse para las cenas del Club Quilmes - que era en donde ella había sido primero jugadora de básquet y luego del equipo de bowling. – de las más variadas formas.

Mi mamá de joven soñaba con ser cantante o deportista. Una vez se le escapó a mi tía (la hermana mayor que era como su madre), y se fue a la radio, porque había un concurso de canto y ella quería cantar como Libertad Lamarque; entonces, fue con su hermano mayor que tocaba el violín, pero mi abuelo la hizo entrar en razones: esa no era una vida para ella.

Cuando se casó, llegó tarde al civil, porque tenía un partido de basquet que no podía suspender de ninguna manera. Luego de que nacimos nosotras, se dedicó con tanta torpeza como esmero a nuestra crianza, pero siempre con su cabeza puesta en la fama.
Mi mamá soñaba con que alguna de nosotras fuéramos famosas. Pero tenía sus ojos más puestos en mí.

Yo fui a baile durante muchos años, también jugué al tenis, al basquet, estudié piano durante más de 10 años, fui a patín artístico, a hacer cerámica, a dactilografía. Ella me cosía toda la ropa que hacía falta para cada una de esas cosas.

No sé cómo, mi mamá, un día se enteró de que había un concurso literario y como yo tenía 8 años (el concurso sería para chicos de 8 a 12 años, algo así) y no se le ocurrió que quizás yo podía escribirlo, le pidió a mi prima, que en realidad tenía 18 años, que lo hiciera por mí. ¡Ella quería verme en un escenario recibiendo un premio! ¡Y lo ganó! ¡y lo gané!, Y entonces fuimos a recibir mi premio al teatro Ruperto Godoy. Era un concurso muy serio a mis ojos, ya que hablaban personas muy importantes y yo me subí al escenario a buscar el premio que se trataba del libro Recuerdos de Provincia. ¡Justo de Sarmiento!, que era como a mí me llamaban en la familia, porque no quería faltar nunca al colegio.

Seguramente hizo eso porque quería asegurarse de que ganara. Me había visto hacía unos meses arriba del escenario - cuando me seleccionaron para pasarle las páginas de la partitura a un pianista que venía de Buenos Aires, pero yo había subido sólo por el mérito de saber leer una partitura. Y eso, no le alcanzaba.

Mamá era la encargada de los carnavales del Club Quilmes. A la noche estaba en el quiosco de cotillón, en donde se vendía el papel picado, el lanza perfumes y las serpentinas. Y a la tarde organizaba las actividades infantiles.
Yo estoy en la foto con una lapicera Shaeffer en la mano y un conjuntito de bolero y pantalón celeste a cuadritos blancos, con una puntilla de broderie en los bordes, que me había cocido mamá para la ocasión. En esa oportunidad gané un concurso de Cumbia. Ella era integrante del jurado, junto con mi tía Coca y otras compañeras del Club.

También me gané un premio al “mejor disfraz”. Mamá me había disfrazado de bruja, con una máscara de plástico y unas garras que metían miedo, de esas que recién habían salido en el mercado, un vestido de tafeta con remiendos de distintos colores. Otra vez me había tocado la varita de la suerte: mamá también estaba en el jurado.
Recuerdo que en esa ocasión, no me sentí contenta, porque había un chico disfrazado de sifón, que no había bailado ni corrido en toda la tarde. Y creo que él se lo merecía más que yo.
Me hubiera gustado ganar un premio el día que mamá me disfrazó de Rita Pavone. ¡Ese día sí lo merecía, porque estaba tan bonita!

Mi mamá a los 73 años se disfrazó de Xuxa, a los 74 de los excéntricos Loco Mía y a los 75 – unos meses antes de su muerte –, nunca me voy a olvidar que protagonizó el lago de los cisnes y la gente aplaudió a rabiar cuando cayó de un escopetazo dentro de una pileta pelopincho….¡su gran actuación!

El día que murió, nos juntamos todos en casa, antes del entierro….comenzamos a sacar sus fotos y no podíamos llorarla porque nos parecía un chiste: de “la Picha” todo el mundo se ría …porque ella siempre fue la alegría de todas las fiestas. Las lágrimas tardaron en llegar.

A mi papá, lo empecé a conocer “de verdad” estos últimos años, después de que falleció mamá. Mi papá era Tapicero de día y Casinero de noche ( él era Jefe de Punto y Banca). A mí me encantaba ir a la Tapicería, que estaba en un sótano en el centro de la ciudad. Tenía una mesa enorme y gruesa en donde Don Carlos cortaba, con una tijera enorme, las telas para las cortinas que hacía mi tío, que era el único que hablaba y hacía chistes. Porque mi papá siempre estaba callado, ya que tenía siempre en la boca un puñado de tachuelas que iba sacando de a una al borde de los labios para después clavarla en la tela de los sillones.
Al Casino – en cambio – no lo conocí hasta que él se jubiló porque nos lo tenía prohibido. El decía que los familiares de los empleados no podían entrar y mucho menos “mi madre”. (Sabía de su afección por los números y la quiniela y quería preservar al Casino de sus desmedidos entusiasmos)

Mi casa estaba habitada de los silencios de mi papá y las locuras de mi madre.

Unos días después de la muerte de mi madre, de pronto, se aparece en mi casa con una cajita llena de cartas que tenía escondida en la Tapicería desde hacía 40 años; y no sé por qué me las dio – como si fueran un legado – para que yo las guarde. Y yo las guardé en el primer cajón de la ropa interior; ahí tenía: a la derecha la plata; a la izquierda, las cartas de mi papá; en el medio las bombachas y los corpiños; eran como un objeto prohibido para mí, durante mucho tiempo no quise abrir ese paquete; porque tenía las cartas de otras mujeres que había conocido antes que a mi mamá.

Hace unos años las abrí (mi papá ahora tiene 91 años ) y ahí aparecieron esas mujeres, sus primeros amores de la adolescencia. Salió con una tal Morocha, que le recriminaba que él no le escribiera seguido; una tal Negra que le decía que era “su pequeño muchacho” su “niño travieso”. Hay una foto en la que está con una mujer muy bonita, en un café; otra que está cortada y hay una chica, y detrás dice, entre comillas “el desengaño”; luego hay una tarjeta que se ve que es de una publicidad, es una mujer que está mirando como así de costado, con un hombro al aire y dice “Miss Mary: Alambrista”; era una bailarina de un Circo.

Pero dentro de las cartas que heredé de mi padre, había dos cartas de mi madre…eran de cuando ella estaba en Buenos Aires haciendo algún tratamiento.
“¿Cómo estás Tito?, ¿qué tal los bailes en el Club?, te doy permiso para ir; pero cuando vuelvas…..vas a ser……toooodooooo para mí.”