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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

domingo, 18 de diciembre de 2011

CADA JUEVES, DETRÁS DE LA NARIZ


Llegan las vacaciones. Cada jueves, a las diez.
Veinte minutos de línea D y ocho cuadras caminando.
Me recibe la morocha status cinco, con su misma cara.
Espero pacientemente hasta que se le ocurra hacer algo conmigo, como abrirme la puerta o atenderme, aunque no se le escape una sonrisa.

Cada jueves.

Me cambio y una invasión de rulos me invita a conocer mi cuerpo y el de los demás.
Una  música de fondo, hecha toda de suspiros comienza a crecer poco a poco hasta ser gritos que, en instantes, nos llevan a la risa.

Con el motor encendido, el pandero conduce un viaje a dos voces.

Y soy Zero. Hablo francés, italiano, chino y cordobés.
Soy espía rusa y logro asaltar un banco con todo éxito junto a mi grupo de secuaces.
Bailo flamenco acuático, tango rapeado y mezcla de rock con danza árabe.
Recito  poesía, canto ópera y dirijo una orquesta de animales.
Sirvo el café en una reunión de consorcio.
Trabajo en publicidad haciendo singles.
Gano castings de modelo y  de actriz.
Desarrollo discursos políticos de alta gama.

Me codeo con seres inéditos, insólitos, inesperados, intrépidos e inestables.

Una Yeta golpeadora de Coquitos, aunque justiciera y solidaria.
Una Gran Pulpa desorbitada, con esos ojos celestes que te penetran hasta el ombligo. Y que me asusta. Mucho. Siempre. Jamás le diría Pulpita.
Una Kerusa Asecas que me recuerda que el rock nunca morirá. Veo la moto entre sus piernas.
Una Bachata Batata, con la boca llena de chistes. Uno tras otro. Imparable, caótica, presente, aún cuando no está.
No podría faltar jamás una Carpeta, por si te dan ganas de decir piropos. Nadie como ella para recibirlos y retorcerse con risitas entre ingenuas e insaciables para que no dejes de hacerlo. Cada jueves.
Una Ortuza, encanto de acento español que aún no sé bien si es ángel o demonio. Sospecho que el novio se ha escondido para no ser encontrado, jamás.
La presencia de Calórica es un terremoto de energía que nos deja a todos pidiendo siempre más. Por favor. Es adictiva.
Una panza enorme que nos trae a Roberta Chekas, cada jueves, para delirarnos con su arte. Palabras mayores.
¿Y mi memoria?, ¿Qué pasó con mi memoría? Chechu y Victoria, ¿hicieron el cohete?
Chechu, chinchuda, chiquita, chistosa, chispa. Me pone chocha verla. Cada vez. .
Victoria trenzas largas. Me inclino hacia su autoridad que podría esclavizarme hasta el hartazgo. En forma ininterrumpida.
Otra vez la memoria. Cristina sí hizo el cohete. Pero su nombre no fue dicho muchas veces. Mezcla extraña de pechito valiente y barra brava, que se atreve a todo con sus dotes de actriz.
Ermina se toca. Cada jueves, un poco más. Sin palabras. No imagino dónde terminará tanto desparpajo.
Unos hombres apetitosos y galanes.  Curly, devenido en Curry  por la gracia de sus propias inclinaciones. Espero no caer nunca entre sus redes.
Y el urock Mackenzie, sexy, desorbitado, gigante y niño. Ciento por ciento, visibilidad.
Todo un Curso que enoja a Lara Border, rompiendo la fauna de su selva. (Espero no olvidarme de comprar un animalito para poner en sus zapatos el día de reyes)
  
Sospecho que el encuentro con estos seres es producto de ese pandero que no deja de sonar. Cada  jueves. Con esas “dos provocadoras” (Maby-Poli; Poli-Maby) que siempre nos están arengando en vacaciones.
Insaciables.
No paran de pedir, de exigir, de retar, de provocar.
Yo me pregunto, hasta cuándo tanta irreverencia. (hasta siempre, por favor).

Llega la una de la tarde. Vuelvo a ser Silvia y salgo acalorada hacia el  Ministerio, en donde me espera la Ley de Educación.  Me voy preguntando bajito, cada jueves, ¿qué fue lo que hice?, ¿cómo me atreví? Juro no volver a hacer nunca más otro papelón semejante.
Pero….si la Ley de Educación dice que “el juego es un contenido de alto valor cultural y a través de él, se aprende”, ¿por qué yo, no?
Y mientras subo las escaleras de Pizzurno, van quedando resabios de payasos en mi alma. Y entro a la oficina irradiando alegría, pasión, confianza, energía.
Ganas de vivir. Sobre todo, muchas ganas de vivir.
Y sólo espero a que sea jueves.
Quiero vivir en jueves.
Quiero ser jueves.
Una y otra vez. Así, hasta la eternidad.

Gracias a todos. Los amo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

PINTANDO ESPERO LA MADUREZ


Siempre pensé que en los tiempos de mi madurez las preguntas universales que tienen que ver con la existencia, la consistencia y  la esencia de cada quien, me llevarían a respuestas que me dejarían satisfecha. El aplomo y  la seguridad conformaban un binomio que me dejaba en una actitud de espera postergando en mí la angustia de la existencia. Ocupada en la crianza de hijos, en la plenitud de la vida en familia, en el crecimiento de una profesión que había abrazado con pasión, me imaginaba madura y asentada habiendo encontrado, al fin, el cofre de la sabiduría.  
Nada de eso ocurrió. Del cofre nunca encontré la llave y cada vez que me siento cómoda en algún tiempo y lugar me sigue invadiendo el fantasma del ocio, al cual sólo acepto si viene de la mano de lo creativo, ya que he sido criada en tiempos en que el ocio a secas era como un tumor maligno del que no se sale fácilmente.
Y dado que ni la religión, ni el psicoanálisis han logrado ayudarme a encontrar las respuestas que había postergado para este tiempo de mi vida, aposté todas mis cartas a las herramientas que me brinda el arte como modo de expresión, pero también como vehículo de búsqueda hacia el incomprensible mundo interior.
Así aparecieron las mujeres primero y las mujeres desacatadas después. Mujeres que me ayudan a mirarme y que son fragmentos de mí que aprecio y odio, que acepto y niego; que me divierten o me aburren hasta el cansancio; que me hacen sentir orgullosa o me colorean las  mejillas por  vergüenza al eterno papelón de vivir; que subestiman los grandes temas de la vida o exageran las pequeñeces a las que nadie daría real importancia. Cada vez que aparece una nueva mujer en mi vida,  siempre está dispuesta a decirme algo que no me hubiera animado a decir sin su presencia.
Pintándolas aprendí a quererlas, a pesar de lo insufrible de la gran mayoría que llegó para recordarme que siempre será una parte importante de mí misma. Quizás ellas tengan en su mano la llave que me ayude a descubrir ese tan preciado cofre de la madurez. O quizás sean quienes ocupadas en sus disquisiciones, han perdido la llave para siempre.
Y dado que no soy tan madura como para aseverar que todas las mujeres vamos en busca de esa llave, no me atrevería ni por un instante a hacer de esta experiencia personal, uno de los grandes temas universales que atañen a la mujer. Pero sí sé que ellas necesitan salir, comunicarse, decir, llorar, reír, divertirse y soñar conmigo en esta etapa de mi vida.  

sábado, 29 de octubre de 2011

Sentir el temblor de la infancia


Hace unos días, mientras miraba cómo el señor de la librería anillaba mi tesis y me vendía los resaltadores y papelitos con los que prepararía mi defensa, me preguntaba por qué no me habría dedicado a anillar tesis, más que a escribirlas. Lo veía mirando para arriba mientras giraba sus dedos con firmeza, con una paz que me resultaba envidiable.
¿Por qué me había metido en semejante problema? Se acercaba un momento que no había soñado. Y me preguntaba:  - si ya está aprobada, ¿para qué todo esto de viajar a Rosario y presentarme ante un jurado y un público que me van a taladrar con sus miradas? En esos días, de a poco, mi cuerpo fue tomando las características de una alumna; mis arrugas se convirtieron en cordones nerviosos por los que la sangre corría rápidamente. Mi estómago hablaba sin pedir permiso y mis piernas habían vuelto a sentirse niñas, por el temblor de aquellos tiempos en los que era  atrapada por el aparato escolar.
Finalmente, llegó el momento.
 Como siempre, elegí que mi familia no me acompañara. 
Y como siempre, cuando terminé, me arrepentí.  
Mis amigas y compañeras de esta etapa me acompañaron, me mimaron. Alegría y mucha nostalgia por una etapa que culmina. 
Cierre con aplausos y algunas lágrimas compartidas. Festejos y la pregunta final de: si seguir con el placer de escribir y pintar que me ha planteado este último tiempo o iniciar un doctorado.
Por el momento, dejo la computadora para buscar lápices y colores. 
Hoy pienso jugar todo el día. 
Mañana….mañana no sé qué haré…

sábado, 8 de octubre de 2011

Cumplir con el blog


Cumplir años
Cumplir deseos
Cumplir con las expectativas
Cumplir con las obligaciones
Cumplir con las normas
Cumplir con la ley
Cumplir con las medidas recomendadas
Cumplir con la fecha de vencimiento
Cumplir con los requerimientos
Cumplir con los plazos
Cumplir con las promesas
Cumplir con las formas
Cumplir con lo planificado
Cumplir con los horarios
Cumplir con mi palabra
Cumplir con los tratamientos
Cumplir con creces
Cumplir con los cumpleaños
Ahora me doy cuenta por qué no me gusta el sonido de esa palabra…
...con esas dos vocales cerradas que te asfixian….

martes, 13 de septiembre de 2011

Otras circularidades...

 
A veces me despliego como una mariposa y me hago transparente.
Y me gusta decir lo que siento en cualquier momento, en cualquier lugar.
Adecuada o inadecuadamente.
Soltarlo. Dejarlo ir. Como dice la canción.  
Y eso me alivia.
Vomitar los sentimientos.
Depurar el espíritu.
Desangrar el alma.

Pero después me viene un vacío.
Como si no me hubiera quedado con nada.
Y me repliego y me pongo una capa gruesa que me separa de todos.
Y sólo deseo pasar desapercibida.
Como si quisiera que el mundo continúe sin mí.
Y eso me asusta.
Cargar con las culpas de haber disfrutado.
Guardar los sentimientos en lugares oscuros.
Llenar de rumores los silencios.


Y me desdpliego de nuevo como una mariposa.
Yme hago transparente.
Para luego replegarme.

Y volver a estallar.
Por donde quieras mirarla, la vida es circular

sábado, 3 de septiembre de 2011

Chispas que estallan en la boca


Se va esfumando la sensación de asombro ante la ausencia.
 Se va yendo de a poco la impresión de los lugares habitados por quien se fue y el dolor de los objetos que quedaron.
Y cuando creés que empezás a olvidar porque esa es la ley de la vida – mágicamente -  alguien te aviva la herida con sus lágrimas. Alguien que no pudo llorarlas porque se estaba ocupando de vos y quería acompañarte.
Y te aparecen chispas, como las de los caramelos que te estallan en la lengua y te hacen un ruidito y tienen un sabor dulce. Borbotones de chispas que se instalan para quedarse.

La ausencia no es la nada. La ausencia está repleta de chispas. 

Y ese  hombre que ya no podía casi hablar, ni casi comer, ni casi tomar y que se fue cuando debía, ahora se transforma en aquel que fue padre de una niña a la que su hija se encargó de despertar.
Y mientras, ahora vos la acompañas en su pérdida, las chispas estallan en tu lengua para recordar:
Cuando te llevaba a la escuela en bicicleta y te iba cantando "parará papá, parará tachín"
Cuando se iban solos a la playa y te enseñaba a nadar, aunque él no sabía.
Cuando iban a lo de la tía Cora a ver a la mona Titina y él la dejaba que se le suba a los hombros y vos no te animabas a tocarla y él se reía;
Cuando te dejaba que le hagas peinados raros mientras miraba la tele;
Cuando, en su viudez, te llamaba siempre para hacerte la misma pregunta: ¿cómo se hace el arroz?
Cuando te dejaba tomar Gancia en las picaditas del domingo junto con el tío Pelo, que también se fue casi juntito con él.
Cuando las paseaba en el fitito y siempre protestaba porque tu madre quería comer pochoclos y manzanas con azúcar quemada.
Cuando te enseñaba a jugar a las cartas y a mezclarlas como en el Casino;
Cuando te contaba cuentos mientras que vos jugabas con los pelos del pecho y le contabas “las frutillitas” que tenía en la piel;
Cuando te dejaba tocarle la oreja y se reía cuando vos te enojabas porque se le calentaba y a vos te gustaba que esté fría;
Cuando te pasaba a upa, de  su cama a la tuya, ni bien llegaba del Casino a la madrugada.
Cuando te trajo a Perlita (tu perra) y le enseñó a “hacerse la muerta” y a pararse en dos patitas.  
Cuando te llevaba caminando con tus pies sobre sus pies.
Cuando bailaban el tango en los carnavales.
Cuando bailaba el tango con tu madre.
Cuando cargaba a tus hijos y los mimaba y los cuidaba y les contaba cuentos más que a vos…

La ausencia no es la nada. La ausencia está repleta de chispas.

Gracias hija por regalarme ese caramelo que estalló en mi boca y cometió la cursilería de endulzar mis lágrimas.  

miércoles, 24 de agosto de 2011

MUJERES DESAFORTUNADAS



Mujeres desapercibidas, desgraciadas, descuidadas, desavenidas.
Mujeres desafortunadas, despreciadas, desalineadas, destruidas.
Heroínas cotidianas a las que alguien, alguna vez, les robó un sueño.  
Niñas eternas esperando una mirada que las apruebe,
hembras que necesitan, se les otorgue la palabra,
pobres muchachas, siempre apretando el grito en su garganta.

Mujeres desalentadas, demacradas, deformadas, despatarradas.
Mujeres deterioradas, desposeídas, desprovistas, deslucidas.
Víctimas de aquellos que no reconocen su lenguaje,
huérfanas de protección y resguardo,
Madres de una humanidad que  las ignora.
Memoria de una especie  sin  derechos.

Todavía existen. Todavía esperan.
                                                 todavía están a tiempo de volver a empezar (¿?)
.

martes, 23 de agosto de 2011

Entre la ropa sucia y el Arte




Armó su valija para viajar, como todas las semanas. No puso casi ropa, ya que tiene un poco en cada casa, organizada después de varios años de vivir en dos ciudades. Se limitó a poner una considerable cantidad de libros que llevaría para trabajar el fin de semana, su portfolio con pinturas (que casi siempre la acompaña), sus lápices acuarelables, sus fibras pincel, sus pasteles, sus acrílicos, sus lápices permanentes y algunos otros accesorios artísticos.
Durmió bien, aunque al despertarse sintió que el viaje había sido corto. Aún tenía sueño. Bajó del micro y pidió con decisión su valija plateada al muchacho que tenía tanto frío y sueño como ella.
Llovía  en Mar del Plata.
Llegó a su casa a las seis de la mañana y después de tomarse unos mates se fue a tramitar su DNI. Venía de algunas semanas en las que parecía que las coordenadas de la armonía se le estaban enredando en algún lugar que no alcanzaba a divisar. Mientras que hacía la cola esperando a que abra el Registro  Civil se dispuso a hacer un listado mental de todos los acontecimientos que, en cuestión de semanas, le habían ido ocurriendo, para detectar si alguno de ellos había sido provocado por su impericia o sólo se limitaban a ser acontecimientos externos y casuales.
Se  había muerto su padre,
le habían entrado a robar a su casa,
le habían robado el celular en el subte,
les habían roto los vidrios del auto para robar el estereo,
le habían hackeado su cuenta de correo electrónico,
se le había roto su computadora….
 Cuando cerró la lista pensó que ya era hora de mirar hacia adelante y poner la mejor predisposición para disfrutar de  este fin de semana largo que bien merecido lo tenía.  .
Ya en su casa, se decidió a trabajar, por lo que fue directo a desarmar su valija. Ni bien la vio, se preocupó al observar  que estaba trabada con el seguro (cosa que ella jamás hace por temor a olvidarse de la clave). Y mientras pensaba quién podría haber sido el que lo hiciera (¿el taxista?, ¿el valijero?), le corría un poco de sudor frío en la frente imaginando que quizás tendría que romper la valija que tanto le había costado, como le había ocurrido a una amiga hace tiempo. Aunque al notar  que los números estaban en cero, respiró  y con un simple clic logró solucionar y se dijo a sí misma: - tranquila, todo está en su lugar.
Cuando por fin logró abrir la valija plateada, no comprendió lo que estaba sucediendo. Entró como en una ensoñación que le hacía dificultoso el razonamiento.
Se  encontró con que estaba llena de ropa para lavar y que tenía un sobre negro de nylon (parecido al  que usa su marido para los remedios).
Revolvió la valija y no encontró más que ropa y más ropa. Sucia.
¿Quién habría sido el que puso esa ropa….? ¡.claro! ¡Ahora caía!: se había llevado la valija equivocada. Y ahora que la observaba con un poco más de atención no comprendía cómo no se había dado cuenta de que, además, era mucho más chica que la suya.
Pensó en sus pinturas, sus libros, sus lápices, su fin de semana tirado a la basura. Y comenzó a buscar los números de teléfono de la terminal de Mar del Plata. Luego de algunos intentos fallidos, una voz que, seguramente, esperaba la llamada, le dijo que su valija estaba en Miramar y que, por favor, llevara esa valija a la terminal para hacer el intercambio que sucedería a las cuatro de la tarde.
Sin embargo, ella no pensó en que se sumaba un acontecimiento más a los tantos otros que la habían sucedido. Éste sí era su responsabilidad, quizás producto de la tensión de las últimas semanas. No importaba ahora.
Lo único que no podía dejar de pensar era en su suerte, a pesar de todas las cosas. Porque si esa valija hubiera sido la suya tendría que haber dedicado su tiempo al aseo de la ropa. Y no es que ella no tuviera una vida terrenal en la que no suceden esas cosas. Sólo que ese episodio la ayudó a dimensionar  en qué se había transformado su universo estos últimos años. Un universo de pasteles, acrílicos, libros y accesorios que la ayudaban a procesar cada pequeño acontecimiento de su vida. .
Y pensó en uno de sus personajes favoritos, La Pajarona, que ocupaba cada día más espacio entre todas las mujeres que la habitan.
Y se sintió feliz. 

lunes, 22 de agosto de 2011

LA GESTA DE LLEGAR CON LOS SOQUETES BLANCOS



Tenía que dar una conferencia en la provincia de La Rioja  y varios talleres acerca de la educación los niños más pequeños. Fue tan bien recibida que, además de haber sido declarada ciudadana ilustre, el intendente le dijo al Secretario de Turismo que – antes de dejar la provincia  - la llevarán a conocer las bellezas naturales del lugar. La pasarían a buscar a la madrugada para ir a Talampaya, gran espectáculo de la naturaleza, si los hay en esta tierra.
Nunca hace frío en Talampaya. O casi nunca, al menos así se lo habían expresado. Y como la semana anterior le habían dicho que en La Rioja había una elevada temperatura, llevó ropa adecuada para la ocasión. Sólo que los temblores que acontecieron unos días antes hicieron que la temperatura que había al llegar disminuyera raudamente. Por lo que – de cuarenta y cinco grados se llegó a ocho, de un día para el otro.
Cuando la fueron a buscar para la tan ansiada excursión subió a la camioneta dormida, aunque entusiasmada. Y en la primera parada, cuando se bajó para sacarse una foto con los baqueanos del lugar, todos  se asombraron al ver que llevaba unas sandalias de taco chino y unos soquetes blancos y recién estrenados que no parecían adecuados para el barro rojo de La Rioja que – cuando llueve – se hace como una arcilla ideal para modelar esculturas o cositas por el estilo.  Si bien no fue un reto el que le dio la Directora de Educación del Municipio que gentilmente la acompañaba, su grito sonó como tal haciendo que La Pajarona intentara justificarse, diciendo: - ¡es que no imaginaba que iba a hacer tanto frío y me traje unos soquetes por si acaso! Consideró que no hacía falta explicar lo de las sandalias de taco, ya que este viaje no había sido programado para la aventura. Solo era un viaje de trabajo, como tantos otros.
Finalmente, en uno de los días más fríos que se hayan registrado en  Talampaya y ante esa llovizna insistente recorrieron el lugar, todos caminando, ella patinando, aunque intentando disimular sus deslizamientos como mejor podía.  
Todo podría haber transcurrido en ese silencio que sólo rompían algunas risas disimuladas, dado que La Pajarona no dejaba de ser la especialista que había ido a dictar una conferencia a la provincia. Hasta que en una de las paradas, se cruzaron con unos hombres extranjeros que salían de su camioneta y se disponían a recorrer el lugar, luego de tomarse un vasito de tequila.
Una vez que ellos divisaron a La Pajarona, se le acercaron y haciendo uso de su media lengua española le dijeron algo así como: -¿no nos dejaría sacarnos una foto con usted, con ese calzado tan  inadecuado que trajo para la excursión? Y La Pajarona, lejos de achicarse, aceptó primero un vasito de tequila y luego, posar para una foto con los extranjeros que, seguramente estará formando parte de algún álbum de curiosidades, allá por el continente europeo.   
Pero lo más interesante de esta historia no fue el calzado inadecuado. Fue la gesta de La Pajarona, que se había propuesto salir de ese episodio con todos los honores. Y  para lograrlo, su gran trofeo sería llegar a la camioneta con los soquetes blancos. Por lo que la ridiculez se desplazó del eje del calzado inadecuado  a los intentos de mantener el par de soquetes vírgenes de toda mancha.
¡Y lo logró! Claro que lo logró. Ayudada por el Secretario de Turismo y la Directora de Educación, La Pajarona – tomada del hombro de cada uno de ellos – como en una pista de hielo, pasito a paso y con la frente bien alta logró llegar indemne a la camioneta.
¿Se puede transformar la ridiculez en una gesta?
Otra pregunta inadecuada.

miércoles, 17 de agosto de 2011

Breves historias...



Ernesto e Isabel jugaban con un pequeño rombo de piedra que, al girarlo, despedía destellos color púrpura. Se miraban, aterciopelados. Se decían tantas cosas a los ojos. Y mientras  el rombo giraba, el tiempo parecía detenerse tan sólo en ese instante.
Ni hacía falta tocarse. Ni había qué decir. Sabían que tan sólo tenían el tiempo que tardara el trompo en dejarse caer.

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Octavio era un ladrón de pergaminos y de todos aquellos viejos objetos,  esenciales para unos y descartables para otros. Elena lo admiraba. Era especialmente básico. Pero a ella sólo la guiaba un instinto que adivinaba maternal por la sensación umbilical que le venía desde adentro. Como si un cordón la atara a él de manera definitiva. Un aire color plúmbeo los acompañaba cada vez que intentaban separarse.

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Una esfera color sangre brillaba en el escenario. Efraín  no podía dejar de sacarle la vista de encima. Estaba alterado. Sus rulos,  aún más acentuados por su estado,  aumentaban su aspecto rotoso y desalineado. De pronto sacó algo parecido a un tenedor de su cajón de trastos viejos. Y se puso dramático. Se pensaba a sí mismo un desterrado. Para los otros, un excluido. Cansado de no encontrar una etiqueta mejor, bajó las luces sin dejar de mirar al coágulo gigante que lo amenazaba.  Lo pinchó y se quedó mirando ese río morado  y gelatinoso hasta morir.

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Era tiempo de soltar. Esther sabía que había que construir las alas. Empezar por ahí, aunque más no sea. Lenta y serena coló en un recipiente cientos de litros de olas del mar más cercano y comenzó  a amasar con sal su futuro aireado y ventoso. Rodeada de rosales se soñaba entera en el aire.

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Ese día me hice una pregunta que jamás obtuvo solución. No me reconocía práctico en ese sentido. Me parecía  hasta ostentoso creer que sin ser sabio podría hallar la respuesta rápida a una inquietud errante y solitaria.  Lo atormentador de esa idea me hacía sentir un arlequín en tiempo y lugar inadecuados. Teresa callada, me juzgaba. Finalmente comprendí que tendría que convivir con  esa incertidumbre.

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Alicia sólo quería aferrarse sin sentido a esa isla que la mantendría aislada de la realidad. Se  quedaba apachurrada en esa ensoñación que si bien le mostraba unas alas transparentes, se sospechaba  mentirosa. Alicia no quería crecer. Quería quedarse en Malasia para siempre.
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Parecía imposible atreverse a pedirle que dejara la prótesis. Habíamos escuchado el rumor de que la necesitaba para sentirse entera. Nunca nos dejó opinar. Para ella, era una compañía. Su presencia daba miedo. Su ausencia daba pena.

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No conocíamos su verdadera identidad. Sólo sabíamos que la llamaban Sabrina. La encontré una vez en el alféizar de mi ventana.  En el alféizar calado de la ventana moruna solía decirme ella, como el poema de José  Martí. No soy buen orador, por tanto la pinté con tinta en un lienzo para no olvidar  que de verdad existía. Era rara, bien oliente y perezosa. Y cuando por las noches se me desdibujaba su cara, rápidamente encendía un fósforo para volver a pintarla. Hoy, cada una de esas caras duermen en mi portafolios, unas sobre otras, cuidadosamente guardadas.  

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Desde el confort de su cuarto le pareció escuchar un grito. Después tuvo la impresión que alguien susurraba un lamento. ¿Era una alucinación, acaso? De pronto vio un arco y seguido a él, un cuerpo roto. Alguien había lanzado la flecha. De fondo se escuchaba como si un glaciar estuviera cayendo estrepitosamente al agua.

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Era un macho en el Emporio de la Risa. Se creía humano pero no pasaba de ser un odioso especimen de la raza. Simplemente, un hombre. 
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En la empresa había un radar que captaba a diario lo que pasaba en su interior. Sólo había una corona. Unión  era una palabra y confusa que se usaba caprichosamente. No había amapolas. Todos estaban en la cuerda floja.

PALOMA



Volé anoche desde una paloma
Desde una paloma te divisé
Te divisé y me cautivaste
Me cautivaste y lloré
Lloré y me descubriste.
Me descubriste y te amé.

Te envié mensajes desde su pico
Su pico te declaró mi amor
Mi amor te pidió que subas
Subiste y fuimos dos
Dos que volamos al viento
Viento que siempre sopló

domingo, 7 de agosto de 2011

Los ruidos del silencio


Después de haber curioseado por distintas soluciones que te proponen las disciplinas orientales: alguien que te cuenta ejercicios de relajación, otros que te sugieren un libro o un video con algún oriental que te va llevando a estados de meditación y etcéteras, finalmente lográs poner la mente en blanco.
Y para ello encontrás el lugar perfecto y el horario específico: hora pico de cualquier lugar del centro de cualquier ciudad,  en donde los autos, subtes y colectivos tocan bocinas y vos cruzás rápido porque llegás tarde a algún lugar o hacés tiempo en librerías para tomar un subte menos ocupado.
Y en ese ruido ensordecedor encontrás el absoluto silencio. Tu mente se pone en blanco y se suspenden los duelos, los dolores, las angustias y preocupaciones.
Sos nadie y eso te hace bien.
Después, cuando llega la noche y todo se apaga comienzan, de a poco, a aparecer todas las que sos. Y cada una viene de la mano de su contexto.

Y aparece la que sos cuando estás en el laburo,
la que has construido después de años de ser esposa y madre,
la que perdió a su padre,
la que no sabe cómo poner límites a determinadas situaciones,
la que tiene trabajos pendientes,
la que se los inventa,
la que tiene miedo  que le ocurra algo terrible a sus seres queridos,   
la que siente como una amenaza el paso del tiempo,
la que tiene que pagar una boleta de luz que olvidó en el bolso y si no lo hace siente que  se termina el mundo,
la que estuvo jugando en sus clases de teatro y ahora se piensa ridícula entre todas las demás,
 la que escribe y en la noche considera que cada una de sus palabras habría que tirarlas a la basura,
la que respeta las instituciones y le dice a la que pinta que es una verdadera caradura, que cómo se atreve a pintar sin haber aprendido, al menos, diez años de técnica,
la que añora el pasado.

Todas juntas,  en la noche,  arman una sinfonía que dimensiona las pequeñeces haciéndolas sonar como la mejor música de Wagner.
Y después, cuando por la mañana volvés a la marea cotidiana, todo te parece posible.
Y cada una vuelve a su lugar esperando aparecer en el momento preciso.
Y tus mujeres, ya más descansadas, creen que todo lo pueden, que siempre es tiempo de empezar aquello que quisieron hacer toda su vida, que no importa el qué dirán.  

Y concluís que en el ruido está el mayor de los silencios.
Y que el silencio está poblado de voces.
Demasiado  lleno de gente.
Al menos eso sentís hoy, que por un rato, sólo sos la que escribe. 

martes, 2 de agosto de 2011

MUJERES DESACATADAS


Mujeres desacatadas, desarmadas, desfachatadas.
Desmadradas, desmedidas, desboladas, desorbitadas, destrabadas.
Siempre, destacadas.
A veces, desatendidas.
Nunca, deslucidas.

Mujeres desubicadas, desprendidas, despojadas.
Desatadas, desfloradas, deshojadas, desaprendidas, despreocupadas.
Siempre despiertas.
A veces, desterradas.
Nunca, desocupadas.

Mujeres destetadas, despechadas, destrozadas.
A veces, desesperadas
Nunca desesperanzadas.
Nunca desestimadas.
Nunca desapercibidas.

domingo, 24 de julio de 2011

Mi bombonazo


Amorcito mío,
terronazo de azúcar,
 miel en mi alma
y todas esas cosas que salen del corazón.

Verduritas en mi panza,
frutita en mi paladar,
lentejuelas en mis pechos
 y todas esas cosas que salen del corazón.

Pendiente en mi bicicleta,
ponchito que da calor,
soldadito de mi cama
y todas esas cosas que salen del corazón.

Milanesita crocante,
nubecita de algodón,
capitán de mi barquito
 y todas esas cosas que salen del corazón.

Explosión en mis entrañas,
puntaditas sin dolor,
canción en mis almohadones
y todas esas cosas que salen del corazón.

Te quiero mi vida,
te quiero un montón,
con mis palabritas,
chiquitas,
tontitas,
hechitas de amor.

viernes, 22 de julio de 2011

Cambios


Ser extranjera en tu propio espacio.
Mutar, mudarse, deambular.

 No pertenecer.

Curiosear en mundos ajenos,
decodificar sus internas
adivinar por dónde viene la cosa
y salir cuando se torna aburrido.

Desacralizar los templos cotidianos,
banalizar las grandes verdades,
crear tu propia aventura,
tejer y destejer mitos,
desrutinizar el minuto,
romper el silencio,
sostener nuevas teorías,  

y hasta cambiar de peinado,
me mantiene viva.  

miércoles, 20 de julio de 2011

La amistad apacigua ¡?

Tengo problemas con el tira y empuje de las puertas.
Con el botón del ascensor: se indica hacia donde voy o desde donde estoy ?
Con los bidés de los hoteles
Con el hardware y el software.
Con estacionar a mitad de cuadra. 
Con estacionar, en general.
Con pedir turno para cualquier cosa.
Con los cajeros automáticos .
Con depositar y transferir.
Con todos los trámites.
Con ahorrar tiempo.
Con reclamar lo que me corresponde.
Con decir no.
Con no creer. 
Con pisar tierra.
Con la culpa. 
Con la seriedad.
 
Con el frío. 
Con los calores. 
Con la edad. 
 
Pero cuando estoy con amigas
los problemas son chistes que nos hacen reír hasta el cansancio

domingo, 17 de julio de 2011

Abrir el grifo y dejar que chorreen

Galería de Mujeres desacatadas
A veces intento deshacerme, pero ni bien me acerco a las mujeres, soy tomada por ellas.
No les alcanza con haber sido presentadas en la red.
Tienen hambre de más.
Y piden y piden encontrar al resto.
Saben que son más y esperaron tanto tiempo para salir.
Un embarazo de años y años aburridas dentro de mi cabeza, que se debatía entre la negación y la incertidumbre. 
Hartas de escucharme decir que no servía para interpretarlas.
Que los lápices habían sido parte de mi frustrada etapa escolar.
Que me habían dicho en la escuela que era mediocre para ese arte, sólo de unos pocos.
Cansadas hasta el hartazgo de mi obsesión  por las citas de autor. Enseñando una y otra vez a mis alumnas a “citar a pie de página”:

Apellidodelautorcomanombreparéntesisañodeedicióncerrarparéntesistítulodelcapítuloentrecomillaspuntotítulodellibroennegritaocursivanuncaentrecomillaslugardeediciónciudadnuncapaíseditorialpágina

Y siempre había alguien para decir algo más interesante que yo.
Y siempre había alguien que tenía metáforas superiores.
Y siempre había alguien que pintaba para hacerte saltar las lágrimas.

Y una vez que abrí el grifo a las mujeres, comenzaron a gotear primero y a chorrear después buscando un continente.
Deseando no ser malgastadas y que alguien bondadoso comparta la bebida con otros sedientos de ellas.
Porque saben que siempre hay un roto para un descosido.
Y entre ellas discuten, se ríen y lloran.
Se divierten obligándome a transgredir cada día, un poco más.
Se deforman para provocarme.
A veces quieren ser burdas, otras sofisticadas.
Pero no me dejan tirarlas una vez que nacen y me clavan la mirada.
Me imploran, me exigen y se me meten en mis sueños para indicarme cuál debe ser la próxima.

Despiertan recuerdos,
abren heridas,
pero también reparan.
De alguna manera, reparan.
Por eso, ellas: