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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

domingo, 7 de agosto de 2011

Los ruidos del silencio


Después de haber curioseado por distintas soluciones que te proponen las disciplinas orientales: alguien que te cuenta ejercicios de relajación, otros que te sugieren un libro o un video con algún oriental que te va llevando a estados de meditación y etcéteras, finalmente lográs poner la mente en blanco.
Y para ello encontrás el lugar perfecto y el horario específico: hora pico de cualquier lugar del centro de cualquier ciudad,  en donde los autos, subtes y colectivos tocan bocinas y vos cruzás rápido porque llegás tarde a algún lugar o hacés tiempo en librerías para tomar un subte menos ocupado.
Y en ese ruido ensordecedor encontrás el absoluto silencio. Tu mente se pone en blanco y se suspenden los duelos, los dolores, las angustias y preocupaciones.
Sos nadie y eso te hace bien.
Después, cuando llega la noche y todo se apaga comienzan, de a poco, a aparecer todas las que sos. Y cada una viene de la mano de su contexto.

Y aparece la que sos cuando estás en el laburo,
la que has construido después de años de ser esposa y madre,
la que perdió a su padre,
la que no sabe cómo poner límites a determinadas situaciones,
la que tiene trabajos pendientes,
la que se los inventa,
la que tiene miedo  que le ocurra algo terrible a sus seres queridos,   
la que siente como una amenaza el paso del tiempo,
la que tiene que pagar una boleta de luz que olvidó en el bolso y si no lo hace siente que  se termina el mundo,
la que estuvo jugando en sus clases de teatro y ahora se piensa ridícula entre todas las demás,
 la que escribe y en la noche considera que cada una de sus palabras habría que tirarlas a la basura,
la que respeta las instituciones y le dice a la que pinta que es una verdadera caradura, que cómo se atreve a pintar sin haber aprendido, al menos, diez años de técnica,
la que añora el pasado.

Todas juntas,  en la noche,  arman una sinfonía que dimensiona las pequeñeces haciéndolas sonar como la mejor música de Wagner.
Y después, cuando por la mañana volvés a la marea cotidiana, todo te parece posible.
Y cada una vuelve a su lugar esperando aparecer en el momento preciso.
Y tus mujeres, ya más descansadas, creen que todo lo pueden, que siempre es tiempo de empezar aquello que quisieron hacer toda su vida, que no importa el qué dirán.  

Y concluís que en el ruido está el mayor de los silencios.
Y que el silencio está poblado de voces.
Demasiado  lleno de gente.
Al menos eso sentís hoy, que por un rato, sólo sos la que escribe.