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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

viernes, 15 de abril de 2011

De juicios y de rubias

De pronto conformás un nuevo grupo de gente con quienes compartir algunas horas por semana para realizar una actividad determinada. No las conocés. No te conocen. Conversás sólo en el tiempo del recreo. Intercambiás unas frases, unos pareceres.
Opinás acerca de los hombres y las mujeres, cositas sencillas mientras compartís unos mates, unas primeras miradas y algunos decires, como quien habla con un desconocido en el ascensor. Comentarios que van haciendo que el otro vaya construyendo sobre vos, alguna idea. Y de pronto te encontrás con alguien que juzga tu opinión como si te conociera de toda la vida y te dice que tenés preconceptos; y lo dice con seguridad. A diferencia de vos, esa persona es conocida, importante, por lo que su palabra tiene una ventaja: la de haber demostrado a lo largo de su obra, sus desprejuicios. Ella es transgresora en todo lo que hace; no respeta consignas, le gusta desafiar hasta la más mínima acción. Y sentís su juicio como una sentencia.
Y como conocés acerca de algunas teorías que hacen a las relaciones interpersonales, adivinás que tu etiqueta se ha comenzado a construir. Y en un momento determinado, casi intentás revertir la situación y explicar que el concepto de ella sobre vos, también está construido en base a sus preconceptos. Y que no hay mayores preconceptos que aquellos que nos brindan las certezas. Y que la certeza nos enquista, nos endurece. Y que si siempre transgredís las normas, estás bajo las garras de otra norma que es la de transgredir.
Pero te das cuenta que no vale la pena. Que estás sólo en el recreo de una actividad. Y que tu aspecto de rubia tonta es un problema que no te pertenece.

miércoles, 13 de abril de 2011

Irrupciones de la vida cotidiana

En los días intensos y emocionantes que nos recuerdan el privilegio de los buenos lugares a los que hemos llegado, la vida cotidiana suele meterse irreverente, sin pedir permiso ni respetar horarios, aunque estés en medio de un encuentro nacional con doscientas maestras de todo el país y a instantes de que el Ministro ingrese en el salón.
Suena el celular en medio del encuentro y desde la inmobiliaria me dicen que tengo que realizar un trámite urgente porque si no me cortan la luz. Me piden que envíe con urgencia mi documento escaneado antes de que cierre Edenor, o sea, “ya”. El Ministro está por entrar.
Pienso “no tenemos escáner en la oficina, estoy en el encuentro, no puedo salir a buscar un lugar”.
Una amiga tecnológica y joven me dice “le sacamos una foto con el ipod y lo enviamos por mail desde mi netbook”.
Ella comienza a realizar la operación, pero la llaman porque tiene que preparar su presentación. Me pide que termine yo, que es muy sencillo.
Entro en Hotmail, voy a “adjuntar archivos”; veo las fotos en miniatura; diviso mi documento. Le doy clic y lo envío con pocas explicaciones.
Un poco más tranquila, abro el archivo de la foto para ver si salió clara y me doy cuenta de que envié el documento de mi amiga, que tiene la mitad de mi edad, no se me parece físicamente y lo que es aún peor “tiene otro nombre”; la situación es irremediable. En el momento que estoy por corregir el error, mi amiga me pide el módem. Me quedo sin internet.
Está entrando el Ministro, la gente aplaude, comienzan las palabras. Yo pienso en la de la inmobiliaria recibiendo el documento equivocado. Me voy a quedar sin luz si no lo soluciono. Las maestras emocionadas con las palabras del Ministro… la entrega de ludotecas, de bibliotecas, “esta casa es de todos”, “todas las escuelas son de la Nación”, “lo que queremos es que vengan a discutir, a disentir, a llamarnos la atención por lo que deberíamos corregir”, “sabemos que hay muchas cosas para hacer, pero lo que más me duele es que digan que no hay salida en Educación, porque es un mensaje de desesperanza”, “sabemos que no estamos en el Paraíso, pero tampoco estamos en el infierno”. Y habla de las escuelas que se hicieron, de los materiales que se entregaron, de todas las cosas que faltan por hacer. Pienso en la biblioteca que estamos por entregar a los docentes del norte argentino y reflexiono acerca de la importancia de estar allí, en ese instante.
El Ministro termina. Todas quieren sacarse una foto con él. Las miro intercambiar sonrisas, risas, la alegría de estar con colegas de la otra punta del país cambiando ideas.
Me van a cortar la luz. Ya no me importa.

domingo, 10 de abril de 2011

La dificultad de ser. De Jean Cocteau

Capítulo: de la lectura
Libro de Jean Cocteau: La dificultad del ser. Ediciones Siruela
Año: 1998
Página 57

Comparto algunos pensamientos de este libro en el que Cocteau, cerca de su muerte y con la guerra en ciernes, reflexiona acerca de los universales de la vida:

"No sé si se leer ni escribir. Y cuando me lo pregunta la hoja del censo, me dan ganas de contestar que no.
¿Quién sabe escribir? Es luchar con la tinta para intentar que nos oigan y nos entiendan.
O cuidamos demasiado la tarea o no la cuidamos lo suficiente. Pocas veces damos con el intermedio que cojee con gracia. Leer es harina de otro costal. Leo. Creo que leo. Cada vez que vuelvo a leer, caigo en la cuenta de que no había leído. Es lo malo de una carta. Encontramos lo que buscábamos. Y con ello nos contentamos. La guardamos. Si la volvemos a encontrar, leemos otra carta que no habíamos leído antes.
Los libros nos hacen las mismas jugarretas. No nos parecen bien si no encajan en nuestro humor del momento. Si nos molestan, los criticamos, y esa crítica se superpone y nos impide leerlos lealmente.
Lo que el lector quiere es leerse. Al leer aquello con lo que está de acuerdo, opina que podría haberlo escrito él. Puede incluso guardarle rencor al libro por quitarle ese sitio, por decir lo que no supo decir él y que, en opinión propia, diría mejor"