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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

sábado, 2 de abril de 2011

REGLA NEMOTÉCNICA PARA NO OLVIDAR A CARLOS


Lo escribí el día que mataron al maestro neuquino que aún sigue en mi memoria. ¡Cuántas cosas ocurrieron en este corto tiempo que ha tomado la bandera de la justicia para reafirmar el "nunca más!"

Hoy, Carlos.
Mañana, el profesor de Neuquén que protestó por un sueldo.
Pasado, aquel maestro, - ¿de qué provincia era?
Tras pasado, - creo que fue en Neuquén que se armó quilombo con un maestro, ¿no?
Y Carlos se diluirá en nuestras venas, hasta que lo eliminemos con la orina.
Y Carlos sólo será Carlos para quienes sentirán su ausencia en los cuerpos.
El resto, será ficción a la hora de la cena, mientras hacemos zapping con Susana.
Habrá quien tenga el honor de tomar su lugar; aunque casi sin percibirlo, borrará en cada trazo sus restos de tiza y cambiará su olor por otro hasta que ya no se huela a Carlos en el aula.
Habrá chicos que lo lloren y se rían nerviosos, confundidos, por este incómodo tema de la muerte en la adolescencia.
Y nada, nada va a cambiar.
También fuimos Soledad, fuimos Cabeza, aunque finalmente, somos quienes somos una vez que el ruido acaba.
Todo vuelve a su lugar, y Carlos, esta vez sí con apellido, desaparecerá en el bullicio de un lenguaje que es silencio, para unirse a aquel “nunca jamás” que sólo es un quizás, un tal vez, un siempre o casi siempre.
Carlos Fuentealba: me ilusiona pensar que voy a trabajar para que lo antes dicho sea borrado por mis propias manos, e intentaré jugar con tu apellido para que quede sellado en mi recuerdo:
Y serás la Fuente de donde beber ese bendito remedio para la memoria.
Y serás el Alba que me recordará que hubo un profesor que luchó por sus derechos guiando mi tiza, cada mañana, a la hora de la clase.

Mis respetos y mi compromiso para preservarte en mi memoria.

viernes, 1 de abril de 2011

Ella me lo había prometido

Estábamos en un pasillo del colegio de monjas. Yo tenía cinco años y la hermana Crecencia me explicaba que Dios podía aparecerse ante mí, cuando lo quisiera. Y a pesar del miedo que eso me producía, la idea me resultaba atractiva. Ella también me decía que podía hacer los milagros que le pidiera si rezaba suficientemente y fueran absolutamente necesarios.
Me fascinaba la hermana Crecencia porque era como la misma Virgen; muy superior a aquellas que se encontraban colgadas en los cuadros o en las estampillas. De carne, hueso y perfume a violetas, tenía la tez blanca y una piel suave como jamás he vuelto a ver. Hermosa hasta el punto en que uno pensaba que no era cierta. Yo creía en todo lo que me contaba, ciegamente.
Una noche de otoño, le pedí a Dios mi primer y último milagro. Estaba por cumplir los seis años y nunca había podido tener el cabello largo. Recé lo que para mí fue casi toda la noche pidiéndole despertarme con el cabello hasta la cintura. Y tenía la certeza de que así iba a suceder. Ella me lo había prometido.
Y el milagro sucedió. Aunque cincuenta años después, cuando fui a la peluquería y encontré en el mostrador un hermoso mechón de cabellos rubio natural que una tal Lucrecia había dejado, seguro, para mí. Y salí con el cabello largo y rubio, tal como lo había pedido cuando tenía cinco años. La hermana tenía razón, sólo que no reparó en el detalle de explicarme que Dios mide el tiempo con distinta vara.

martes, 29 de marzo de 2011

Somos como dioses

Me gusta pensar las relaciones entre las personas como fenómenos climáticos.
Como proveedores de aire fresco o causales de tormentas.
Como lloviznas que no dejan de molestar, porque son finitas como las agujas.
Como huracanes que te dejan sin respiro cuando te anuncian algo que no esperabas.
Como tsunamis que te devastan y de los que te reconstruís sólo con el tiempo.
Como el sol calentito de la mañana que te hace sentir confortable y segura.
Como un nubarrón negro y cargado de llanto que ves que se avecina y no podés evitar.
Como un viento tibio que te despierta del sopor.
Como una nevada repentina que te deja sorprendida y helada.
Como una lluvia incesante que te obliga a quedarte en el lugar.
Como un terremoto que te hace temblar hasta el alma.
Los climas se provocan, se construyen. Podemos vivir en la tibieza de un invierno caribeño o en un terremoto con réplicas constantes. Sentir la lluvia como una amenaza, prevenirla a fuerza de paraguas o dejar que nos inunde. De alguna manera, somos como dioses que dirigen los piolines.

lunes, 28 de marzo de 2011

Se trata de palabras

No se trata de adaptarse o no a los nuevos escenarios que se nos aparecen; se trata, algunas veces, de la nostalgia del lenguaje. De querer decir “botella de leche”, “bidón de kerosene”, “figuritas abrillantadas” en algún momento del día. No es que no pueda adaptarme a “dar un toque en el Facebook”, a “retwittear a alguien” o a descargar “codecs de audio y video gratis”. Sólo que a veces uno desearía decir cotidianamente otras palabras porque resuenan en otros lados que acarician la memoria.
El lenguaje pone brechas entre generaciones y hay que remar día a día para no asemejarse al Yavhev de la torre de Babel. Ya casi no digo “fósforo” o “radio grabador” y está bien que no necesite hacerlo. Pero las palabras; a veces, extraño las palabras.

domingo, 27 de marzo de 2011

Entrevista a uno mismo

Silvia: ¿Por qué escribís?, ¿creés que alguien te va a leer y te va a proponer editar un libro?

Carlota: Escribo como una manera de escupir lo que tengo dentro.

S: ¿Y por qué lo colgás en un blog?, ¿no te parecería mejor depurarlo o guardarlo en alguna carpeta; seguir procesándolo?

C: No. Ya no tengo ni tiempo ni ganas.

S: Pero, siendo una persona relativamente conocida y de alguna manera respetada. ¿No tenés miedo de perder lo que durante tantos años sembraste?

C: No, ya no tengo miedo. Puedo vivir sin el permiso de algunos.

S: ¿No es algo infantil creer que porque escribas un blog, sos escritora?

C: Yo no digo que soy escritora. Simplemente, socializo lo que escribo inmediatamente después de hacerlo. Si espero a colgarlo una vez corregido, no lo hago más.

S: ¿O sea que es como tirar mier….?

C: En este tono no me interesa seguir hablando. Si no te gusta lo que escribo no tenés por qué leerlo.

S: Lo que pasa es que si linkeás lo que escribís en el Facebook y en el Twitter, de alguna manera, estás imponiéndolo.

C: Si te etiquetara podría ser. Pero yo simplemente lo cuelgo. Tenés la opción de quitarme de tu lista de amigos.

Suspiria: Perdón, ¿no les parece que están yendo un poco lejos con la discusión?

S: Lo único que nos faltaba era la intervención de un tercero.

Suspiria: Yo opino desde mi concepción del Arte en general, ¿o acaso no sabés que hoy los límites entre escritores y lectores, entre artistas y espectadores se desdibuja cada día más? ¿No creés que ella tiene derecho a expresarse?

S: Para terminar como tantos ridículos funcionales al mercado. Ir hacia donde va la marea de la venta.

C: Bueno, se terminó. No aguanto ni a una ni a otra. Dije que escupo lo que escribo y en ese trayecto no hay tiempo para reflexionar. Fin. Se edita como está.