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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Chispas que estallan en la boca


Se va esfumando la sensación de asombro ante la ausencia.
 Se va yendo de a poco la impresión de los lugares habitados por quien se fue y el dolor de los objetos que quedaron.
Y cuando creés que empezás a olvidar porque esa es la ley de la vida – mágicamente -  alguien te aviva la herida con sus lágrimas. Alguien que no pudo llorarlas porque se estaba ocupando de vos y quería acompañarte.
Y te aparecen chispas, como las de los caramelos que te estallan en la lengua y te hacen un ruidito y tienen un sabor dulce. Borbotones de chispas que se instalan para quedarse.

La ausencia no es la nada. La ausencia está repleta de chispas. 

Y ese  hombre que ya no podía casi hablar, ni casi comer, ni casi tomar y que se fue cuando debía, ahora se transforma en aquel que fue padre de una niña a la que su hija se encargó de despertar.
Y mientras, ahora vos la acompañas en su pérdida, las chispas estallan en tu lengua para recordar:
Cuando te llevaba a la escuela en bicicleta y te iba cantando "parará papá, parará tachín"
Cuando se iban solos a la playa y te enseñaba a nadar, aunque él no sabía.
Cuando iban a lo de la tía Cora a ver a la mona Titina y él la dejaba que se le suba a los hombros y vos no te animabas a tocarla y él se reía;
Cuando te dejaba que le hagas peinados raros mientras miraba la tele;
Cuando, en su viudez, te llamaba siempre para hacerte la misma pregunta: ¿cómo se hace el arroz?
Cuando te dejaba tomar Gancia en las picaditas del domingo junto con el tío Pelo, que también se fue casi juntito con él.
Cuando las paseaba en el fitito y siempre protestaba porque tu madre quería comer pochoclos y manzanas con azúcar quemada.
Cuando te enseñaba a jugar a las cartas y a mezclarlas como en el Casino;
Cuando te contaba cuentos mientras que vos jugabas con los pelos del pecho y le contabas “las frutillitas” que tenía en la piel;
Cuando te dejaba tocarle la oreja y se reía cuando vos te enojabas porque se le calentaba y a vos te gustaba que esté fría;
Cuando te pasaba a upa, de  su cama a la tuya, ni bien llegaba del Casino a la madrugada.
Cuando te trajo a Perlita (tu perra) y le enseñó a “hacerse la muerta” y a pararse en dos patitas.  
Cuando te llevaba caminando con tus pies sobre sus pies.
Cuando bailaban el tango en los carnavales.
Cuando bailaba el tango con tu madre.
Cuando cargaba a tus hijos y los mimaba y los cuidaba y les contaba cuentos más que a vos…

La ausencia no es la nada. La ausencia está repleta de chispas.

Gracias hija por regalarme ese caramelo que estalló en mi boca y cometió la cursilería de endulzar mis lágrimas.  

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