La otra noche lo fotografié. Mi hijo Martín quería teñirle el pelo de fucsia porque estaba aburrido (“unas mechitas nomás” - me decía), pero no lo pensé adecuado, por si algún día lo tenemos que internar y…qué van a decir!!!. Sin embargo me pareció divertido ponerle sombreros y hacer una buena sesión de fotos, casera, con un mínimo de estética. A mi papá le encantó la idea y con Martín nos pusimos a preparar – en la cocina - un fondo de telas y tules de colores, con los que yo trabajo en los talleres.
Mi viejo estaba feliz, con sus 91 años y la alegría de hacer algo que rompa su rutina. Cuando comenzó la sesión, le pedí que pusiera los dedos en V porque era “para que Cristina lo viera por la internet”. Si bien él viene del socialismo marplatense, nunca adhirió formalmente a un partido político, pero lo cierto es que cuando ve a Cristina – por algún motivo – se le iluminan los ojos.
Yo tenía unos sombreros que traje de México y otros que uso para trabajar con las maestras. Uno muy bonito de la época en la que las mujeres comenzaron a votar en los EEUU, a lo Virginia Woolf. Le pregunté si quería ponérselo y me dijo que sí. Después de algunas fotos, me di cuenta de que seguía con los dedos en V; entonces le dije que cambiáramos de posición, que “Cristina ya iba a estar conforme con todas las que habíamos sacado”. De todo modos, él seguía sonriendo y preparado para todo lo que le propusiéramos. Martín trajo una guitarra y lo fotografiamos como un auténtico mariachi. Después invitamos a mi marido, que también se prestó, a pesar de estar tirado en el sillón viendo el partido de Racing.
Antes de irme a dormir, subí las fotos en el Facebook y etiqueté a la familia para que cuando se despertara a la mañana del domingo tuviera una grata sorpresa
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