Vistas de página en total

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

domingo, 29 de mayo de 2011

Una pregunta inadecuada ¿?

Contexto:

En mis tiempos de directora de jardín de infantes, a medida que pasaban los años, la gran cantidad de maestras que formaban el equipo docente, no dejaban de tener hijos, por lo que siempre había alguien embarazada. Con el tiempo, los hijos de cada una comenzaron a habitar las salas de sus compañeras, porque la regla era que ninguno fuera alumno de su propia madre. Situaciones difíciles se ponían en juego. Competencias, sospechas, entredichos, alivios y tensiones. Pero también, momentos absolutamente disfrutables.

Escena escolar:

Una vez, una de las docentes de sala de tres, fue de visita con sus nenes a la sala de cuatro, en la que estaba su hijo. La idea era realizar una actividad en común. Iban a explorar distintas texturas de masas que se modificarían con el agregado de lentejas, arroz, sémola y otros objetos, como fósforos, tapitas de gaseosa, etc.
Fui a observar cómo realizaban la propuesta. La maestra de sala de tres explicaba con sumo cuidado todo lo que no se podía hacer con los objetos pequeños. “No los podemos poner en los ojos, ni en la nariz, ni en las orejas”….Y cada vez que estaba por detallar  algo más, decía lentamente las primeras letras para que los nenes completen la palabra. Los chicos comprendían absolutamente todo lo que no podían hacer, antes de comenzar a manipularlo.
En un momento, el hijo de la docente, que pertenecía a la sala de cuatro, levantó su manito. La mamá estaba contenta porque al fin, su hijo – a quien habíamos etiquetado de terrible -  se “portaba bien” en su presencia. Además levantaba la mano delante de la directora, lo que demostraba signos de civilidad. La madre le preguntó qué quería decir, con una sonrisa no del todo segura de lo que se venía. Y el nene dijo, tomando un puñado de porotos que había arriba de su mesa:

¿Seño….nos lo podemos meter en el culo?

Sensación:

Extraño esas cosas. Las preguntas directas. El interés genuino. La  lógica de pensamiento. La curiosidad.
Y recuerdo con suma presencia la voz de ese niño preguntando por aquel agujero. El  único agujero que no se había mencionado. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario