Dicen que somos, en gran parte, líquido.
Ese líquido es un mar de lágrimas.
Lágrimas contenidas por un cuerpo que las abarca y dosifica. Cuerpo filtro que se abre cada tanto para que salten inesperadamente y te vacíen tan sólo un poco.
Si las lloráramos todas juntas, nos secaríamos y no quedaría nada. Por eso, la distancia cotidiana con el otro, la simulación, el respeto, la ubicación, el recato, la diplomacia, los rituales.
Tengo lágrimas que estallan por salir, pero este aparato dosificador que es el carácter, las suelta sólo en el momento adecuado.
Lágrimas de agradecimiento, de admiración, de compasión, de pena, de alegría, de ternura, de tristeza, de incertidumbre y de miedo.
Todo nosotros somos lágrimas guardadas.
En los pequeños actos de la vida cotidiana suceden las cosas que verdaderamente nos importan. Las rupturas y discontinuidades que irrumpen cada día son las que hacen que los recordemos a unos, más que a otros. Mi intención en este blog, es la de acopiar historias, relatos, reflexiones, anécdotas, sensaciones que privilegien el día a día, para que alguna vez puedan ser contados.
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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA
ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA
Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.
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