Más allá de los nuevos paradigmas que intentan complejizar la realidad, los dualismos existen y cada día, se hacen carne en nosotros. Porque es una simplificación que nos sirve para comprender el mundo. ¿Voy o no voy?, ¿me conviene o no me conviene?, “nada de grises, las cosas son blanco o negro”, “se me acaba de ocurrir una idea genial…no, es una porquería”; por no mencionar todo lo que “de a dos” nos define: zurdo o facho; macanudo o pelotudo; linda o inteligente.
Las exageraciones nos ayudan a posicionarnos como si un viento huracanado quisiera llevarnos quién sabe a dónde y nos aferráramos con brazos y piernas al tronco de un árbol. No me lleves hacia donde no quiero ir; éste es mi árbol, éste es mi lugar. Si me suelto, quién sabe dónde terminaré, el viento puede hacerme chocar con las paredes o llevarme tan lejos donde no me reconozca.
Dios y el Diablo; el bien y el mal.
En El Cisne negro se puede ver claramente esa dualidad, que es en definitiva lo que todos llevamos dentro. Es fácil protagonizar al Cisne blanco; la técnica y el esfuerzo de toda una vida pueden lograrlo; pero para encarnar al Cisne negro, hay que descontrolarse, dejarse llevar, sufrir las contradicciones, encontrar las pasiones ocultas que hemos aprendido a reprimir.
Alguna vez leí los primeros capítulos de Mujeres que corren con los lobos y la fórmula se repite, dejar salir lo salvaje que tenemos dentro.
El lado oscuro de la luna a veces se aparece en la vida cotidiana, frente a alguna situación límite; otras veces se asoma cuando queremos expresarnos y nos asusta. Dentro de las tantas cosas escritas y guardadas, alguna vez construí el personaje de una mujer que era mala con una niña y me asusté. Los personajes nos piden vidas que no todos estamos dispuestos a ofrecerles.
Por eso, a muchos de nosotros, las instituciones que nos enmarcan, nos alivian; nos restringen al universo acotado de lo correcto. Pero si abrimos esas puertas y quedamos a la intemperie, vaya a saber con quiénes de nosotros mismos nos encontramos.
Abrir puertas y ventanas,
dejarse atrapar por el cielo,
perderse en una tormenta sin piloto ni paraguas,
dejar la brújula,
olvidarse el reloj,
soltarse el pelo.
Y renacer, aunque lo creamos tarde.
En los pequeños actos de la vida cotidiana suceden las cosas que verdaderamente nos importan. Las rupturas y discontinuidades que irrumpen cada día son las que hacen que los recordemos a unos, más que a otros. Mi intención en este blog, es la de acopiar historias, relatos, reflexiones, anécdotas, sensaciones que privilegien el día a día, para que alguna vez puedan ser contados.
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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA
ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA
Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.
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