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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

jueves, 17 de marzo de 2011

El lado oscuro

Más allá de los nuevos paradigmas que intentan complejizar la realidad, los dualismos existen y cada día, se hacen carne en nosotros. Porque es una simplificación que nos sirve para comprender el mundo. ¿Voy o no voy?, ¿me conviene o no me conviene?, “nada de grises, las cosas son blanco o negro”, “se me acaba de ocurrir una idea genial…no, es una porquería”; por no mencionar todo lo que “de a dos” nos define: zurdo o facho; macanudo o pelotudo; linda o inteligente.
Las exageraciones nos ayudan a posicionarnos como si un viento huracanado quisiera llevarnos quién sabe a dónde y nos aferráramos con brazos y piernas al tronco de un árbol. No me lleves hacia donde no quiero ir; éste es mi árbol, éste es mi lugar. Si me suelto, quién sabe dónde terminaré, el viento puede hacerme chocar con las paredes o llevarme tan lejos donde no me reconozca.
Dios y el Diablo; el bien y el mal.
En El Cisne negro se puede ver claramente esa dualidad, que es en definitiva lo que todos llevamos dentro. Es fácil protagonizar al Cisne blanco; la técnica y el esfuerzo de toda una vida pueden lograrlo; pero para encarnar al Cisne negro, hay que descontrolarse, dejarse llevar, sufrir las contradicciones, encontrar las pasiones ocultas que hemos aprendido a reprimir.
Alguna vez leí los primeros capítulos de Mujeres que corren con los lobos y la fórmula se repite, dejar salir lo salvaje que tenemos dentro.
El lado oscuro de la luna a veces se aparece en la vida cotidiana, frente a alguna situación límite; otras veces se asoma cuando queremos expresarnos y nos asusta. Dentro de las tantas cosas escritas y guardadas, alguna vez construí el personaje de una mujer que era mala con una niña y me asusté. Los personajes nos piden vidas que no todos estamos dispuestos a ofrecerles.
Por eso, a muchos de nosotros, las instituciones que nos enmarcan, nos alivian; nos restringen al universo acotado de lo correcto. Pero si abrimos esas puertas y quedamos a la intemperie, vaya a saber con quiénes de nosotros mismos nos encontramos.
Abrir puertas y ventanas,
dejarse atrapar por el cielo,
perderse en una tormenta sin piloto ni paraguas,
dejar la brújula,
olvidarse el reloj,
soltarse el pelo.
Y renacer, aunque lo creamos tarde.

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