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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

martes, 22 de marzo de 2011

IMÁGENES

De la Ropa vieja que quedó guardada en un cajón, hoy la comparto:

Flecos de un sillón cortado con tijeras fraternas, confabuladas por la ausencia de los padres;
ríos de aceite conteniendo un bajito ávido de exploración,
automóviles de arena fabricados con paciencia de padre veinteañero;
sutura de cabeza y pedido de auxilio que inunda los pasillos de la clínica;
fealdad que sale de mi cuerpo y promete ser belleza;
tetas que al fin tienen un sentido;
gordura hecha de ternura y silencio, inteligencia y humor;
siesta que anuncia la llegada de un rubio desconcierto,
desafío de desafíos que aún nos mantiene interrogando.
Borges, Cortazar, Kundera y tantos otros metiéndose en la casa para compartir el fuego.
Juego de números y cintas rojas que sacan chispas de eso que es amor, así de simple, así de sonso, así de sincero.
Llantos secretos a los que no tuve acceso, llantos silenciosos y solitarios que no pude acompañar, tampoco comprender;
llantos de los que hubiera bebido hasta la última gota con tal de que no mojen esos ojos;
carcajadas de Fabianes que ya no aplastan, pero son como el buen vino al recordar.
Amor a borbotones a la hora del chat.
Dedos que no alcanzan a abrazar. Deseo ridículo de no soltarlos.
Desubicado orgullo de boletines rojos pegados en la heladera. Miedo a lo que vendrá si no reprimo. Y no reprimo.
Admiración de los fragmentos de padre que llevan encima.
Esperanza de lo que no pude ser y está encendido en cada uno.
Sueños de asados compartidos, de amigos que no paran de llegar porque los aman.
Confirmación de que algo bueno hemos hecho.
Descarado desorden que preserva mi maternidad.
Tango, circo, pesca, música, guión.
Litertatura, computadora, inglés, alcohol.
Tenis, tesis, Hipótesis.
Millones de Tamys rosas, juguetes tirados con enojo, duendes de maestra jardinera que se fueron para siempre, bicicletas navideñas, papá noel con sábanas de padres;
el último sonido de un tren que nos confirma que todo pasa, que la niñez tiene un tiempo.
Laguna de los padres, pasteles de membrillo y de batata, lista del abuelo para no olvidarse;
La Florida, las nueces, los higos, pelopincho que Picha llenó de nietos a fuerza de quiniela.
Truco, carioca, trampa y risas tan groseras como simples.
La Rioja 3742, pasillo largo, fino, selvático; puertas y ventanas abiertas para quien quiera entrar.
Arreglos tras arreglos que no arreglan nada; juego de arquitecto con alambre;
puertas de menos, techos de más que no abastecen;
Tristezas y angustias de agua fría e inviernos de salamandra.
Neumonía de quien proteje sin ser héroe.
Pizzas, empanadas, deliverys que denuncian la falta de un ama de casa.
Torta de cuacker, culposa y rendidora.
Fideos caseros que preservan la historia.
Ravioles que intentan resucitarla y no lo logran.
Helado de dulce de leche que no vuelve.
Y Catamarca 3342, rancho – palacio siempre cercado por la felicidad.
Salsas, cuentos y poesías que superan a la madre.
Música que nos enreda y nos teje.
Vecino oso que iverna con amigos y cada tanto nos saluda,
pero que no es más que un “tivo más”, un “taxi más”; un almohadón para besar hasta el cansancio.
Arrugas que se estrenan cada día;
Calores y raquetas que no encajan;
Pino pong de tenis y filosofía de infancia; partido aún sin terminar;
Todo eso me sucede, atraviesa y avasalla. Sin cronologías, sin argumentos, sin justificaciones. Sólo imágenes. De eso se trata.

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