Ako
En uno de sus viajes mochileros y hipones, mi hija conoció a Ako, un pibe de esos que se ganan la vida en la calle haciendo malabares y vendiendo artesanías. Hacía ya varios años que se había ido de su casa cargando en su mochila una historia de muchos institutos y poca madre.
Convivimos unas cuantas semanas. En esos días él conoció nuestra ciudad trabajando cada mañana en las esquinas que mejor pagaban con monedas.
Se levantaba a la mañana, tomábamos unos mates.
Luego, él se pintaba la cara, se colocaba una vincha en la frente con una pluma de colores. Y salía a ganarse el día.
La noche que lo llevamos a la estación terminal, nos agradeció por haber respirado aires de familia.
Lo habíamos llevado a ver distintos paisajes de mar, ya que su primera impresión por las playas del centro lo había desilusionado. Y luego, lo que ya se sabe, cenas, mates, charlas y clases de artesanía.
Antes de irse vio un frasquito sobre un estante de la cocina. En su etiqueta decía “ayuden a Tomi”. Él sacó algunas de las monedas que se había ganado en la esquina.
Y cuando le advertí que era una estrategia de uno de mis hijos para que le banquemos sus gastos, se sorprendió y nos dijo:
- Ahhh…yo creí que era para algún chico que lo necesitaba.
Luego, sonrió. Después rió más fuerte. Yo lo acompañé con una risa, resignada a las bromas e ironías de mi hijo. Sin darme tiempo, agregó:
- No importa, se las dejo igual por el ingenio….que es otra manera de ganarse la vida….
Una historia chiquitita, entrañable, de un Ako que – como tantos pibes – pasaron por mi vida.
No supe más de él.
Hoy lo recuerdo con calorcito de madre.
Los resabios del frasquito:
Más tarde, otro de mis hijos colocó un frasco al lado del de Tomy para competir con su estrategia. Y luego otro hijo hizo lo mismo. Hasta que, como todo, fueron perdiendo efectividad y quedaron en el olvido.
Finalmente, cuando los Submarinos vinieron a vivir a casa terminé siendo yo la que puso un frasco que decía:
“Para los submarinos y afines. No alcohol. No drogas”
Mi intención era que se usara ese dinero en púas, cuerdas, colectivos…
La docente que hay en mí hacía esas cosas: pretendía normatizar el uso de las donaciones.
Otra historia chiquitita, de frasquitos, que también recuerdo con la misma categoría de calor.
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