Mientras hacía la cola en el banco, vi a un hombre con una colita en el pelo que estaba delante de mí; años, cincuenta y pico, medio pelado, desgarbado, un sobre de cuero bajo el brazo, camisa y aspecto de hacer su rutina de trámites cotidianos. Todo menos esa colita diminuta era común en él. Pero esa no era la cuestión - que bien sé que uno anda por la vida como le viene en gana - sino que en sus ojos se leía que la colita delataba su primer día de extravagancia. Como cuando uno se pone por primera vez un sombrero raro o alguna prenda inusual. Supongo que debe haber estado frente al espejo, dudando, porque el pelo era largo para ser corto y corto para ser largo. O que su esposa se lo habrá sugerido como una solución pasajera o alternativa. Y tal vez hasta se haya erotizado con la idea. Aunque no lo imagino con esposa; más bien me sabe a triste y solitaria su presencia. Y entonces la colita sería algo así como la promesa de una joven compañía.
En el fondo, los hombres no son más que unos niños que juegan a ser importantes.
En los pequeños actos de la vida cotidiana suceden las cosas que verdaderamente nos importan. Las rupturas y discontinuidades que irrumpen cada día son las que hacen que los recordemos a unos, más que a otros. Mi intención en este blog, es la de acopiar historias, relatos, reflexiones, anécdotas, sensaciones que privilegien el día a día, para que alguna vez puedan ser contados.
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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA
ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA
Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.
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El texto tiene el fino humor del buen observador que se detiene en los aspectos aislados del devenir cotidiano. Pero no deja de ser terrible para con el género masculino. Es evidente que se trata de la mirada de una rubia peligrosa para encontrarse en una fila de banco por ejemplo. ¿No serán, las mujeres, especies superiores que juegan a ser niñas?
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