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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

sábado, 25 de junio de 2011

REINA

Estoy bien. Divina.
Me lo repito hasta el cansancio.
Necesito creerlo y así seguir un día más.
Y después otro.
Aunque cada mañana el Espejo traidor diga lo contrario.
Insolente, despreciativo.
¡Qué  derecho hay a ser tan impiadoso en la hora más vulnerable del día!
A interceptarte sin aviso. Así, de sopetón.
Cada vez que lo miro escucho el tic – tac de su reloj haciéndome burla.
Igual, estoy siendo injusta con él.
En realidad, lo prefiero antes que a otros.
A los  de la peluquería, por ejemplo, que casi no pueden sostenerse en las paredes,  porque ni bien te sentás en la butaca se confabulan con las luces y te hacen notar cada una de tus imperfecciones, que siempre mutan, se reinventan.
Y vos seguís siendo una chica como las que te rodean y se están peinando para salir de noche. Blancas Nieves que ni se enteran que alguna vez, vos también eras amiga del Espejo.
Pero lo que nunca le voy a dar, aunque lo pida de rodillas, es la indignidad del bisturí.
Las anestesias, los dolores, los sedantes, el reposo, la hinchazón, la espera, la falsa ilusión de la juventud.
Por eso cada mañana sostengo la pelea cuerpo a cuerpo. Y muchas veces él termina convencido de que estoy bien.
Divina.
Y así paso un día.
Y después otro.

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