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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

jueves, 3 de marzo de 2011

La negación de la muerte. Retractación de la prohibición del ocio

Las ciencias exactas tienen eso de certidumbre que la vida no tiene. Dos más dos, para el común de las personas – y sin entrar en las disquisiciones de nuevos paradigmas – es cuatro. Pero cuando de la vida se trata y aparecen las subjetividades, aparecen los puntos de vista. Mi hermana leyó “La prohibición del ocio” y estuvo en todo de acuerdo, menos en el final. Esa parte en la que digo crudamente que mi viejo, sentado en el sillón, está esperando la muerte. Muchas veces hemos hablado con él sobre su angustiosa espera, ya que desde que no puede andar en bici, ni ir al café cada tarde a encontrarse con sus amigos (rutina que mantuvo hasta los 89 años), su vida ha perdido sentido para él y también para nosotros; sin embargo, ahora, parece que mi viejo ha recuperado las ganas de vivir. De pronto tiene un proyecto de vida: el nuevo DNI.
Desde que el mes pasado me dijeron en el banco que iba a tener que hacerse el documento porque su libreta de enrolamiento ya no sirve, él piensa que le queda más tiempo de vida. Porque si te estás por morir, ¡para qué vas a tener que hacer semejante trámite y encima sin poder moverte, que vengan a tu casa los del registro y el fotógrafo y el peluquero ¡semejante gasto no se justifica así porque sí! Y hace pocos días, mientras yo escribía desde mi nuevo sillón en el departamento de Buenos Aires, él, desde su nueva silla de ruedas posó impecablemente peinado, de chomba celeste y con una sonrisa que no pudo evitar, para la foto carnet que improvisó mi hermana después de haber fracasado con un fotógrafo malhumorado que no tenía tiempo para perder, mientras que alguien del Registro Civil se acercó a mi casa para corroborar que aún mi viejo, el tapicero, tiene mucho paño que cortar.

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