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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

sábado, 5 de marzo de 2011

La libélula de papel de cocina

Llevo años dando clases y trabajando para aflojar las tensiones que existen entre al arte y la educación. Años intentando convencer a las alumnas de educación inicial que si no se jerarquizan, nadie lo va a hacer por ellas. Que no alcanza con que te gusten los chicos o con saber hacer manualidades. Y que si no trabajan por la identidad del nivel, siempre serán- para el común de la gente – “las jardineras que cuidan y divierten a los chicos”.
Recorro el país insistiendo a las docentes acerca de la pregunta de por qué los niños y niñas sólo tienen acceso a las imágenes que los adultos han etiquetado de “infantiles”: los patos amarillos, el conejo celeste y el osito marrón. Así simplifican la realidad, así son esclavas del poder hegemónico del mercado que les vende revistas con mágicas soluciones. Y me entristece ver que tanto en un jardín de Uspallata en lo alto de la montaña, como en un jardín de la ciudad de Buenos Aires o en la Quiaca, todo lo que ven los niños es IGUAL. Llega el invierno, el árbol con bufanda; llega la primavera, las flores de papel afiche con cinco pétalos y un círculo amarillo en el medio; llegan los actos patrios, las palomas y guirnaldas; empieza el ciclo, el friso que cada día del año esperará a los chicos cuando entren en la sala; un cartel de bienvenidos que jamás se sacará de las paredes, aunque sus letras irán cayendo con la humedad de las paredes que no resistirá la cinta de papel; la tira numérica con números del uno al diez y el abecedario.
Se les niega el derecho a la cultura; a la cultura universal y regional, como si todavía fueran muy pequeños para entenderla. Claro que siempre hay excepciones. No se ofenda quien me lea y en su sala los niños convivan con reproducciones de Berni, Xul Solar, Spilimbergo, Picasso; fotografías artísticas o documentales, producciones de los chicos, obras de artistas del lugar.
Ser docente es ejercer un acto político e ideológico y jamás se es neutral a la hora de realizar una propuesta. Les intento explicar que cada vez que elegimos qué compartir con los chicos, también elegimos qué no vamos a enseñarles.
Ayer me escribió una alumna. Abrí el mensaje, entusiasmada. Siempre me gusta poder colaborar en lo que necesiten. Pero esta vez, no pude. Pido perdón, eso nunca lo aprendí:
“Hola profe, perdón que la moleste. Le quería preguntar cómo puedo hacer una libélula con papel de cocina que me pidieron para el jardín de mi primita. Por favor si me puede mandar alguna idea. Muchas gracias!”

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