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ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA

ESCRITURA ESPONTÁNEA Y ROPA VIEJA Unas veces, salen sin pedir permiso y te piden que las pongas en algún lugar, como si estuvieras hablando y a las palabras se las llevara el blog. Otras veces, las encontrás en borradores que habías descartado y las ponés así, revueltas, desordenadas, como la ropa vieja que se cocina con lo que quedó de la noche anterior. Palabras que desean tocar, pellizcar, acariciar, poner la oreja y encontrarse con otras que al igual que ellas desean salir de alguna garganta.

miércoles, 2 de marzo de 2011

La prohibición del ocio

Yo no tuve sillón hasta los veintiocho años. Lo pienso mientras disfruto de uno en el pequeño monoambiente en el que vivo en Buenos Aires. Mi marido me dice, “¡pero no hay más lugar para meter muebles, tenés una banqueta larga, dos banquetas altas, los dos silloncitos y el futón! ¡Cuánta gente va a venir a sentarse en un espacio tan reducido!¡vos lo que querés tener es una mueblería!
Hasta que me fui de mi casa de soltera, vivíamos en un departamento de dos ambientes y medio. Cuatro personas, cuatro sillas y un banquito para la cocina. Se miraba televisión desde la mesa, mientras se almorzaba, se tomaba mate, se cenaba o se hacía la tarea.
Mi papá era tapicero. Durante años debe haber tapizado las mejores casas del barrio los troncos de la ciudad de Mar del Plata. En la tapicería solía haber retazos de telas de todo tipo que muchas veces mi mamá utilizaba para confeccionar delantales de cocina. Gobelino importado con flores de distintos colores y texturas, brocados, madrás, pana, muselina, moaré, piqué.
Yo las usé durante mucho tiempo para armar rincones de juego en los jardines de infantes. ¡Hasta con mi hermana le pedimos a mamá que nos haga túnicas allá por los años setenta!.
Mi papá era un tapicero prolijo, detallista y caro. Pero nunca llevó un sillón a casa. Alguna vez, ya de grandes, lo vivimos como algo extraño, y hasta lo comentamos en voz alta, “papá, no habrá algún sillón viejo en la tapicería…lo podríamos poner aunque sea en este rincón”; pero durante mucho tiempo ni siquiera nos planteábamos el problema. En casa no había sillones y punto. Porque las personas estábamos en las casas para trabajar, hacer las tareas, estudiar, descansar en la hora de la siesta en la cama o dormir. Y ninguna de esas actividades requería de un sillón.
El sillón era para la gente que tenía tiempo y dinero. Mi papá, hoy, vive en mi casa y tiene un sillón en el que pasa largas horas mirando la tele, esperando morir

1 comentario:

  1. Dice mi hermana que mi papá quería encontrar el sillón perfecto. Pero nunca lo encontró.

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